miércoles, 16 de octubre de 2013

6. Cuerpo salvaje. Parte 1

A Reige no le hizo mucha gracia mi comentario.
-Ni de coña -se limitó a repetir, una y otra vez-. Lo paso bastante mal cada vez que tengo que infiltrarme en ese maldito hospital como para ahora pedirle que me curen la herida y dejar que me atrapen.
Negué con la cabeza.
-Nadie ha dicho que nos vayamos a entregar.
Hizo una mueca de dolor cuando por fin terminé de limpiarle la herida. Esta vez, saqué una camisa de repuesto de la maleta (aunque más bien se parece a la mochila de un montañero) y conseguí utilizarla a modo de vende, enrollando el cuello de Reige con ella.
-Asumámoslo, no vamos a poder infiltrarnos en ese hospital el tiempo suficiente como para poder coger todo lo que necesitamos, coserme la herida y salir.
-Tu ya has entrado, varias veces, y has conseguido volver a salir -se le escapó un gruñido cuando tiré para asegurar bien el vendaje, ya oscureciéndose por culpa de la sangre.
Reige negó con la cabeza.
-Me infiltraba a través del sistema de ventilación hasta llegar a la habitación de nuestro contacto dentro del hospital, no para pasear por el toda la planta -terminado ya el vendaje, se recostó en su saco de dormir, dejándome un poco de lado, por lo que yo también tuve que echarme para seguir con la conversación.
- ¿Quién es vuestro contacto en el hospital? -Apoyé la cabeza en el brazo y luchando contra el cansancio para poder escuchar su respuesta.
-Se llama Kellan -fruncí el ceño. Yo no conocía nadie con ese nombre, pero estaba claro que debía ser 14, ojala hubiese prestado más atención en ese juego para descubrir nuestros nombres, así podría estar segura de que era a él a quien se refería. Reige se dio cuenta de mi ceño fruncido y de lo que eso significaba-. Es un amigo tuyo. Pelo castaño claro, con ojos grises -al ver que seguía intentando imaginarlo, suspiró-. Tiene la cicatriz de una cuerda alrededor del cuello.
Resoplé, Joder, era 14, de verdad era 14.
-No sabía que se llamaba Kellan -esta vez le tocó a Reige fruncir el ceño, como él mismo había dicho, 14, es decir, Kellan, era mi amigo durante mi estancia de cinco años en el hospital-. Allí solo nos conocíamos por nuestro orden de llegada al hospital después de la Invasión. -Tomé aire. No había pensado en lo difícil que sería contar esto llegado el momento, pero no podía parar ahora-. Yo, por ejemplo, soy el experimento 26, porque llegué mucho después de Kellan, que es el experimento 14. En realidad, esos números nos los asignaban los Invasores al llegar al hospital.
Paré, lo próximo era demasiado personal, a pesar de que Reige pudiese verlo como una tontería. Pero para mi sorpresa, lo adivinó el solito.
-Así que vuestros nombres eran lo único que os quedaba que fuese realmente vuestro, ¿eh? -Se pasó la mano por mi camiseta, que ahora cubría su cuello y se aguantó un gesto de dolor.
Asentí con la cabeza. El recuerdo era todavía demasiado reciente.
-Kellan se inventó un juego para descubrir nuestros nombres, pero solo descubrimos el de Matthew, el otro chico con el que nos llevábamos bien -me soné la nariz. Pensar en Matthew, al que había dejado solo en ese hospital me partía el alma. Pero si íbamos, tal vez podría llevarlo con nosotros, eso me dio una chispa de esperanzas.
-Matthew es el chico mudo que comparte la habitación con Kellan, ¿verdad? -Tardé un rato en contestar, perdida en mis pensamientos, pero para cuando fui a abrir la boca, Reige ya se había quedado dormido, apoyando en un brazo y vuelto hacia mí, como si quisiera seguir escuchándome a pesar de estar inconsciente.
Cerré la boca para meterme yo también en mi saco de dormir y sentir como la lana era tan suave que no veía el momento en quedarme dormida.
Cerré los ojos, esperando que el día siguiente nos preparase algo mejor que hoy y viendo como una de las estrellas que se encontraban a kilómetros por encima de nuestras cabezas, me guiñaba un ojo a modo de buenas noches.

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