viernes, 4 de enero de 2013

1. Cierra los ojos. Parte 1

Seguí corriendo por el pasillo del hospital, esquivando o tirándome al suelo para que los encargados de seguridad, que de repente salían de todas partes, no me atrapasen.
Giré la cabeza un momento, para asegurarme de que los estaba dejando atrás a todos.
Me volví de nuevo, empeñada en seguir mi carrera para poder escapar. Entonces, la puerta que daba a la cafetería se abrió y de ella salió uno de los guardias de seguridad, bastante alto, ancho de hombros y con cara de mala leche.
Conseguí pasar por debajo de sus brazos alzados, pero su mano se movió de forma rápida y atrapó la capucha de mi sudadera, después me tumbó con fuerza contra el suelo.
Mi cuerpo se estrelló contra el suelo como si lo hubiera hecho contra un coche a ochenta kilómetros por hora.
El gorila de seguridad se puso sobre mí y levantó el puño, dispuesto a meterme una buena tunda si intentaba escaparme de nuevo o hacer el más mínimo movimiento.
Escuché los pasos del doctor corriendo por el pasillo contra mi oreja, que estaba pegada al frío mármol del suelo y el de seguridad no me dejaba moverme para nada.
-Alto -el puño se paró en el aire a pocos centímetros de mi cara-. ¿Qué pretendías hacer?
-Intentaba escapar, señor -la voz grave del guarda retumbó en mi oído izquierdo, el cual, todavía seguía pegado al suelo-. Esta planta esta aislada del resto de pacientes con el mejor equipo de seguridad del Estado para que ELLA no se escape.
-Lo sé. Soy yo el que lleva todo el papeleo -alargó su brazo larguilucho y cerró su mano con dedos de araña alrededor del puño de mi opresor-. También soy yo el que te paga, ¿recuerdas?
El tío pareció dudar durante un momento, pero al final me soltó e incluso me ayudó a levantarme. Se puso a mi espalda cuando me sacudí el polvo que me había dejado en la sudadera al tirarme.
Era para evitar que me volviese a escapar. O a intentarlo.
-26 -odio ese número, es lo único por lo que puedo responder por nombre desde que estoy encerrada en este hospital-. Es la sexta vez que intentas escaparte este mes, cada vez ponemos más seguridad, pero siempre consigues escaparte. Ves que lo único que estamos haciendo contigo es mejorarte.
Su sonrisilla malévola asomó en su cara como una flecha que surcaba el aire.
-Me estáis convirtiendo en un monstruo -escupí las palabras, hacía mucho que no hablaba, por lo que la voz me salió pastosa.
El doctor negó con la cabeza, como quien intenta explicar a un niño que no puede meter los dedos en el enchufe porque le puede dar un calambre. Odiaba que me tratase de esa forma, yo no era como ellos y nunca lo sería, antes me tendría que matar a experimentos fallidos.
Eso era lo único que había escuchado los últimos ocho meses.
-Sabes que sin nosotros sólo serías una simple humana -sus ojos relucieron cuando la luz del fluorescente insidió en ellos y me clavó su mirada-. Sé buena chica y vuelve otra vez a tu habitación sin peleas. No quiero llamar al nuevo equipo de seguridad.
-No voy a volver a esa prisión que tu llamas habitación. Me da igual todas las personas que traigas para vigilarme, volveré a escaparme.
Recibí un fuerte empujón por parte del gorila de seguridad, haciéndose notar a mi espalda.
-Recuerda que estoy aquí -miró al doctor y vi como éste asintió con la cabeza.
Al momento, sus manazas rodearon las mías y me las apretaron contra mi espalda, inutizándolas, tiró de mí y me llevó a través del pasillo con enmarmolado gris y paredes de color lima.
Abrieron la puerta de acero de quince centímetros que protegía la única entrada y salida de lo que se había convertido mi habitación durante los últimos dos años.
El de seguridad seguía apretándome y sólo me soltó cuando se lo mandó el doctor. Entonces me tiró a la cama y cerró la puerta de acero detrás de él. Escuché los chasquidos de los cerrojos al cerrarse y me abalancé sobre la puerta con un grito de agonía saliendo de mi garganta.
 -Volveré a escaparme y lo sabes -golpeé la puerta con los puños cerrados y con todas mis fuerzas.
No le pasó nada, todavía no era lo suficientemente fuerte.
Las golpeé de nuevo con más fuerza, sacada del último experimento que me habían hecho y que sabía que estaba allí para ser utilizado a parte de mi fuerza humana y el metal se hundió un poco. Sonreí casi como si fuera una psicópata, parecía ser que el último experimento había salido mejor de lo que esperaba por mi parte.
Ya podía irme a dormir tranquila, mañana sería un día duro. La ironía me hizo bastante gracia.
Giré sobre mi misma y me tiré a la cama, donde tendría que esperar hasta el día siguiente para poder salir de aquella habitación. Estarían un par de semanas alerta, vigilándome todo el rato. Pero eso no iba a impedirme que me escapara, o que al menos, volviese a intentarlo.
Aplasté la almohada para sentirme más cómoda y menos frustada. Dormiría y ya pensaría que hacer al día siguiente. Una nueva oportunidad, tal vez.

No hay comentarios:

Publicar un comentario