viernes, 11 de enero de 2013

1. Cierra los ojos. Parte 2

Subí las sábanas hasta taparme los ojos, intentando que la luz que se filtraba por la ventana no me deslumbrase. El doctor las había abierto con la esperanza de que así saliese de la cama.
Pronto empezarían con los experimentos de cada día.
-Es hora de despertarse -se apoyó en mi cama y estiró el brazo para tocarme el mío, que estaba escondido por las sábanas, aunque él sabía perfectamente donde estaba-. Hoy empezaremos antes con las pruebas de entrenamiento físico, 26.
Gruñí al escuchar el número. Cada vez que lo pronunciaba me hervía la sangre y me daban ganas de darle un puñetazo a algo. El entrenamiento físico era lo que peor que llevaba, peor porque daba igual la prueba que me pusiese, siempre lograba superarla sin dificultades. Sus experientos daban sus frutos muy rápido y casi nunca tenía dificultades para nada.
Por eso mismo nunca me dejarían salir.
-Lárgate -gruñí, apreté las manos en torno a la almohada-. No pienso salir hoy de la cama.
Escuché su carcajada, algo que hizo que me cabreara más.
-26 -su voz se endureció, ya empezaba a dejar salir su autoridad-. No creo que quieras quedarte todo el día aquí. El señor Colt te esperará hasta la hora del desayuno. Te quedan dos horas.
Escuché sus pasos hasta la puerta, que se abrió con un resoplido pesado, deberían estar ayudándole a abrirla, ya que pesaba como dos hombres juntos.
-Por cierto, si no vas a los ejercicios no comerás. Y no lo harás hasta que cumplas con ellos -su voz se apagó cuando cruzó la puerta.
La puerta se cerró y yo me enterré de nuevo en las sábanas. Me dieron ganas de gritar de rabia, pero me las tragué y saqué la cabeza de la oscuridad. La luz me hirió en los ojos al principio, pero cuando me acostumbré, miré la habitación, que estaba de nuevo recogida y la ropa de deporte en un lado de mi cama.
Supe que no tenía más remedio que levantarme y hacer lo que me había mandado el doctor si no quería morir de hambre. Las clases de ejercicios físicos eran bastante fáciles, tanto que podría hacerlos con los ojos cerrados, pero demostrarles los buenos resultados que tenían sus experiemntos conmigo no me gustaba nada, ya que seguirían experimentando y llegaría un momento en el que dejaría de ser humana y me tendría que clasificar como uno más de ellos.
Me vestí rápidamente y toqué en el cristal blindado antimisiles que había al lado de la puerta. Lo pusieron cuando se dieron cuenta que podía romper el antibalas de un puñetazo. Dos golpes y escuché el chasquido de la puerta.
Tiré de ella y salí de la habitación.
Al momento aparecieron a cada lado de mi espalda un guardaespaldas para evitar que intentase escaparme. Ambos eran nuevos, ya que los últimos estarían en la enfermería un par de semanas más al haber intentado impedirme que escapara el día anterior.
Los miré de reojo y ellos hicieron lo mismo, parecían de la nueva partida de seguridad que habían traído a la planta. Mí planta, ya que allí la única paciente que había era yo.
Parecía increíble que se tomasen tantas preocupaciones por una persona como yo, a la que había capturado hacía tanto tiempo.
Me habían atrapado unos cinco años atrás, tres años después de que hubiese empezado todo y los humanos empezásemos a escasear.
Había intentado escapar por todos los medios, pero habían estado planeando atraparme desde mucho antes de que yo me diese cuenta de que me perseguían. Había caído en su trampa como una idiota y ahora estaba interna en un hospital, en el que por mucho que lo intentase, no conseguía escaparme. Los primeros días habían sido los peores, cuando no sabía que me iban a hacer y para que estaba allí. Al principio creí que me iba a matar y que utilizarían mi cuerpo para experimentar con él, pero al día siguiente de que me estuviese a punto de reventar de miedo por no saber mi futuro próximo y me encerraran en la que era desde entonces mi habitación, apareció el doctor y me explicó que no querían hacerme daño, al revés, querían hacerme más fuerte para que los humanos pudiésemos sobrevivir a su llegada. Que lo único que ellos querían hacer eran ayudarnos.
Yo le escupí a modo de respuesta.
Si hubiesen venido en son de paz como ellos decía, no se habrían adueñado de nuestros cuerpos y nos habrían empujado al borde de la extinción con sus persecuciones.
Eso me recordaba que al menos ahora iba a estar con algunos de mi especie, que, al igual que a mí, los habían atrapado y habían estado experimentando con ellos desde entonces.
No me llevaba bien con ninguno, ya que cada vez que les proponía un plan de huida, movían la cabeza y se alejaban de mi murmurando que estaba loca. Hasta ahora habían tenido razón, pero llegaría un día en el que me escaparía y ellos seguirían encerrados. Entonces los locos serían ellos mientras yo era libre.
Siempre había sido una solitaria, incluso cuando los de mi especie abundaba. Quizás era por eso mismo que había logrado sobrevivir y pude esconderme durante más tiempo que los demás.
Había sido la última captura del hospital, por lo que era muy probable que el resto de humanos, o estaban muy bien ocultos, o estaban todos muertos.
Pero ahora que ya no quedábamos casi humanos, echaba de menos un poco de su apestosa y casi agradable compañia, aunque fuese por un momento.
El guardia que estaba a mi izquierda se adelantó y abrió la puerta que daba a gimnasio del hospital.

2 comentarios:

  1. Buena historia refea! y está bien escrito, a ver si con un poco de información termina de enganchar! estaré pendiente...

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  2. Tu, tanquilo, que ni siquiera voy por la mitad del primer capitulo, ya sabes, que hay que desarrollar las cosas para que despues no se desplomen, jajajaja, gracias

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