viernes, 29 de marzo de 2013

3. Muéstrame tus manos. Parte 3.

Corría con todas mis fuerzas. Con las botas colgadas del cuello y con los pies descalzos sintiendo el frío de las piedras y la tierra fresca que habían escondidas bajo las hojas. Hacía mucho tiempo que no me sentía tan en contacto con la naturaleza, algo que me estaba sentando bien, ya que corría libre y no me cansaba, me gustaba sentir como el aire frío de la noche entraba en mis pulmones y me daba más fuerzas para continuar corriendo durante toda la eternidad. Había dejado atrás el coche hacia mucho tiempo y lo único que me recordaba a la civilización era la maleta de mi padre que me golpeaba el muslo al correr.
El bosque estaba en pleno otoño, con montañas de hojas de colores doradas inundando el suelo con su mar dorado.
El correr por el bosque en libertad, sin que nadie me dijese a donde tenía que ir ni cuando tenía que parar era maravilloso. Ya casi había olvidado como era sentir el crujir de las hojas otoñales bajo mis pies descalzos, respirar el aire fresco y que éste llenase mis pulmones con cada inhalación.
Cada cierto tiempo, miraba por encima de mi hombro y esperaba no ver a varios hombres vestidos de traje persiguiéndome, mi pecho ardía cada vez que pensaba en que podía no haber despistado a los guardas como para ocultar mis huellas y poder escapar de ellos.
La vegetación del bosque era cada vez más tupida, aunque la luz de la luna seguía filtrándose a través de los árboles ya escasos de hojas por lo avanzada de la estación. Llevaba varias horas corriendo.
El aire fresco me llenaba los pulmones y me hacía sentir libre después de tanto tiempo encerrada en el hospital, correr me llenaba de energía y por cada paso que daba me llenaba de una inagotable que aunque estuviera un milenio corriendo, seguiría sin agotarse. Las botas me rebotaban en el pecho, donde los cordones me tiraban del cuello. Las suelas de cuero duro me dolían cada vez que chocaban contra mis clavículas. Trotaba cada vez que escuchaba un ruido extraño, pero solía ser algo sin importancia y seguía corriendo con todas mis fuerzas para poner aún más distancia entre los invasores y yo y poder internarme aún más en el corazón del bosque.
Ver todo el bosque en total silencio a mi alrededor me reconfortaba, pero sabía que de un momento a otro tendría que parar para encontrar comida y descansar, llevaba corriendo un par de horas desde que había anochecido y no había visto ni oído a ningún guardaespalda ni coche, ni nada que me diese a entender que me estaban buscando aquí.
Subí hasta a una colina despejada de árboles grandes y frondosos que poblaban todo el bosque, en su lugar, la colina estaba coronada por una construcción de roca en forma de cueva que daba cobijo en su interior bajo una especie de roca plana y enorme, solo cuando me acerqué lo suficiente como para ver el interior, me di cuenta de que yo no era la primera que utilizaba esa cueva al aire como refugio para pasar la noche, las cenizas frías y removidas por el viento al igual que unas piedras inexistentes me dieron a saber que fuera el que fuera que estuvo aquí, hacía tiempo que se había ido y que no iba a volver.
Me senté en el interior de la cueva, justo al lado de donde habría estado encendida la hoguera, yo no podía permitirme el lujo de encender un fuego para calentarme, de todas maneras, no podría quedarme durante mucho tiempo, en cuanto hubiese descansado un poco volvería a las andadas, cuando más lejos estuvise de los invasores, mejor.
Lo primero por lo que me tenía que preocupar ahora el conseguir comida, agua y armas. Sin ellos no podría sobrevivir y tampoco podría defenderme en caso de encontrarme con uno de los ladrones de cuerpos, algo que esperaba que no sucediese hasta dentro de mucho, después de cinco años encerrada en el hospital me apetecía estar una buena temporada sin tener que encontrarme a la cara con ninguno de ellos, y si tenía la mala suerte de encontrarme a alguno, bueno, ya vería como me las arreglaba para deshacerme del cadáver.
Pasé la noche en la cueva, casi sin dormir sino dando cabezadas de no más de unos pocos minutos, sabiendo que podía aparecer un enemigo o un animal salvaje en cualquier momento, movido por el deseo de conseguir una cena de forma fácil.
Cuando el alba alcanzó la sombra de la cueva, yo había conseguido dormir diez minutos seguidos, algo nuevo después de la larga noche que había tenido que aguantar con los aullidos lejanos de los lobos y de alguna que otra ave que habia en los alrededores.
Me levanté con un fuerte dolor de espalda, dado que había estado apoyada en la apred de roca de manera incómoda intentando buscar el momento de dormir más de cinco minutos seguidos, algo que solo había conseguido al final de la noche, cuando todas las fieras nocturnas del bosque ya habían conseguido su almuerzo y habían vuelto a su madriguera.
Me levanté lentamente, yendo despacio hacia la salida de la cueva, donde podría estirarme después de toda una noche encogida en el interior de esta intentando conservar algo de calor corporal para resguardarme del frío glacial que había en el bosque. Me estiré como un gato cuando el sol me dio de lleno en los ojos, algo molesto después de haber pasado toda la noche en vela vigilando si algo se movía en la oscuridad. Miré alrededor, convenciéndome, o al menos intentándolo, de que los invasores no me habían encontrado y que no me encontraba en una de sus trampas en estos momentos.
Cogí la maleta que había dejado a un lado, lo suficiente cerca de mí para que un animal ladronzuelo no se la llevase mientras yo daba cabezadas.
Bajé la colina y me dispuse a seguir el camino que habñia sido interrumpido al ponerse el sol.

viernes, 22 de marzo de 2013

3. Muéstrame tus manos. Parte 2.

Sonreí hasta que las mejillas me dolieron, si el plan salía bien, sería libre después de casi cinco años atrapada en ese hospital de mala muerte.
Entrelacé las manos en mi regazo, esperando a que llegase la próxima curva, que a juzgar por el paisaje montañoso en el que nos habíamos internado después de la autopista era el perfecto para poder escapar, parecía casi como si el mismo destino se pusiese de mi lado y me preparase el terreno para empezar mi plan, nunca mejor dicho.
Las curvas en las subidas eran bastante pronunciadas y entre eso y los cristales tintados del todoterreno, tendría el tiempo suficiente para echar a los guardaespaldas del interior del todoterreno y sacar al sedán que iba detrás nuestro de la carretera al frenar bruscamente. Si había suerte, puede incluso que el coche se estrellase contra el quitamiedos o terminase cayendo barranco abajo.
Cerré las manos en un puño, preparándome para poner en práctica todo lo que había estado aprendiendo desde que me había encarcelado en el hospital y me iban haciendo cada vez más fuerte con sus experimentos como si yo fuese un ratón de laboratorio, mejorándome a una versión de vida tan cerca a la suya que hasta me daba asco, pero ahora, su propio experimento se volvería contra ello y me serviría para escapar de una vez por todas.
Noté como mis músculos se tensaban a vislumbrar una curva cerrada unos doscientos metros más adelante, me eché hacia adelante, ahora empezaba la diversión.
Tal como había supuesto, el gorila de mi izquierda, el que llevaba todo el rato sin quitarme el ojo de encima, adelantó un brazo al ver mi intención de intentar echarme hacia adelante, aunque él no sabía que era eso lo que quería que hiciera. En el momento en el que su mano se apoyó en mi hombro y tiró de él hacia atrás, giré sobre mí misma al mismo tiempo que le cogía la mano y se la partía como un palo seco, uff, no esperaba que fuera tan brusco. Al gorila de la derecha no le dio tiempo de reaccionar al ver como agredía a su compañero ya que una patada al mentón lanzada con suficiente fuerza hizo que se desmayara y utilizara el cuerpo de su amigo, todavía buscando una lógica de por qué su mano colgaba inerte del brazo y no podía articular ningún sonido por mucho que lo intentara. Me serví del de la izquierda para volver subir al asiento como antes, cuando intentó saltarme encima y darme con un gancho con la mano sana, utilicé de nuevo su muñeca rota, se la retorcí y ante el aullido mudo de dolor que soltó, le pegué un rodillazo en la cara, después cogiéndole de la cabeza y partiéndole el cuello con un simple movimiento de muñeca.
Salté a la parte delantera del vehículo, donde utilicé la cabeza del conductor para romper el parabrisas y volví a golpear su cabeza contra el volante, donde fallé en cálculos e hice sonar el claxón. Una vez cometido este error, abría la puerta de la parte de atrás y tiré a los dos guardaespaldas.
Lo que no me esperaba es que los que estaban en el sedán de detrás diesen la vuelta a la curva tan rápido, por lo que tuve que tirar al chófer a la parte de atrás del todoterreno y ponerme al volante, donde hundí el pie en el freno.
Los del sedán, por suerte, no pudieron frenar a tiempo y se estrellaron contra mi parachoques trasero. Aguanté el golpe como pude, aunque casi salí por el hueco que había dejado el chófer, intenté ponerme el cinturón lo más rápido que pude, aunque pareciese algo patético dada la situación, podía salvarme la vida ahora que no había nada que evitase que saliese despedida a través del salpicadero.
Giré bruscamente y vi como el chófer del sedán que había chocado contra mí había muerto de un grave traumatismo en la cabeza, el que le acompañaba parecía inconscente, pero no estaba totalmente segura, de hecho,en cuanto respiré un momento para deshacerme del cuerpo del chófer e intentar ponerme de nuevo en marcha, el sedán que había abierto la marcha desde que salimos del hospital había derrapado con peligrosa facilidad, a punto de caerse barranco abajo e iba a toda la velocidad que podía hacía mí.
Metí la primera y empecé a bajar la carretera, cuanto más me alejase de lo que hubiese sido mi destino, más posibilidades tendría de escapar.
Empecé a bajar a toda velocidad, derrapando hasta lo imposible cada vez que había una curva. Los del sedán seguramente pensaría que mi único plan era desaparecer cuanto antes y alejarlos de mi rastro, pero después de haber ideado el plan, había conseguido también una vía de escape alternativa si algo salía mal, aunque ahora mismo también era la mejor opción. Cuando la vislumbré, paré en seco, haciendo que el coche girase bruscamente aunque conseguí recuperar el control en el último momento, en cambio, el sedán siguió chirriando carretera abajo hasta que se terminó parando unos cincuenta metros más abajo, cosa que aproveché para meter otra vez primera e internarme en el bosque que se abría ante mí, si era rápida podía perderlos de vista antes de que consiguiera darse cuenta de que me había escabullido por el hueco que había en el arcén de la carretera.
Cuando entré en la tierra removida por las lluvias recientes y las hojas que recubrían el suelo me di cuenta de que eso hacía que mis pasos sean visibles, por lo que solo me atreví a alejarme unos doscientos metros de la carretera, dejé el coche de cualquier manera y me apeé de él. Me estiré hasta el asiento trasero, cogí mi maleta y salí.
Cuando mis pies tocaronn el suelo no me lo pude creer, eran hojas de verdad y podía respirar el aire puro de los árboles, donde su vida no ha sido arrebatada por los invasores, a lo mejor porque todavía no representaba un problema.
Tenía ganas de tirarme en esa alfombra de hojas que me daban la bienvenida, pero todavía tenía que correr para ponerme a salvo y solo entonces, cuando los hiciera perder mi pista, sería libre.

viernes, 15 de marzo de 2013

3. Muéstrame tus manos. Parte 1.

El traqueteo del todoterreno y el suave ronroneo de su motor hizo que el viaje fuera tranquilo, tampoco es que tuviese mucho de que hablar con los dos que me escoltaban y mucho menos con el chófer, al cual no había visto en mi vida.
La sucesión de paisajes a través de las ventanillas hizo que el viaje fuese más llevadero, pero a la misma vez que los kilómetros corrían y los dejaba atrás en un suspiro, cada vez me ponía más nerviosa. ¿Cómo haría para escapar? ¿Y cuándo?
Estaba completamente nerviosa, escapar tenía dos puntos de vista, cuando estás acorralada pero no encarcelada, como no estaba yo en estos momentos, donde contabas con la ventaja de que eras libre para poder idear un plan en un terreno que conocías.
En cambio, como estaba yo en ese momento, entre dos gorilas que entre ellos yo parecía una niña pequeña, dentro de un coche en marcha a más de cien kilómetros por hora y en un condado que no había visitado hasta ahora, por lo que ellos eran los que contaban con la ventaja de conocer el lugar, a parte de ser más que yo y tener un medio de transporte, el cual no se cansaría después de estar todo un día huyendo y con la preocupación de que lo estuviesen perseguiendo.
Dándole vueltas a todo esto, la única verdadera oportunidad que tenía de escapar y que además no pudiese atraparme después es que los contactos de 14 me encontraran y consiguieran ayudarme antes de llegar al destino. Pero yo ya había pensado en escaparme antes de la confesión de mi amigo, por lo que tenia que dejar a los rebeldes fuera de mis planes y poder idear uno lo suficientemente bueno para que no pudiese salir mal a pesar de todo.
Me removí incómoda entre los cuerpos de los guardaespaldas, algo que me costó que el de la izquierda me miró de un modo que me erizó los pelos del cogote. De ahora en adelante tendría que ser más cuidadosa con mis movimientos, si tenían la más mínima sospecha sobre mí, podría atarme o evitar de algún modo que pueda llevar a cabo mi plan.
Intenté no ponerme más nerviosa de lo que ya estaba, aunque era difícil, por más vueltas que le daba a como poder salir de allí, las ideas no terminaban por acudir a mi cabeza, más de una vez creí dar con la respuesta, pero en el momento en el que empezaba a desarrollarla, resbalaba entre mis dedos al igual que la arena.
Metí las manos en los bolsillos de la chaqueta, donde noté algo que no estaba ahí antes. La tanteé con la mano como pude, ya que parecía una especie de papel, pero me recordaba a algo, algo que utilizábamos antes para inmortalizar algo, una foto.
Intenté recordar como podría haber llegado hasta ahí, ya que era evidente que yo no la había puesto después de ponerme la chaqueta, de lo contrario me acordaría, pero no era el caso.
Volviendo atrás en el tiempo, los únicos que podrían haberlo hecho eran 21 y 14, aunque dada la situación y lo que había descubierto, me inclinaba más porque fuera 14 el que me había metido la foto en el bolsillo de la chaqueta sin que yo me enterase en el momento en el que me abrazó, por eso lo hizo, ninguno de los dos éramos dados a que nos diese abrazos ni a dárselos a nadie, por lo que si él se había adelantado y me había abrazado, tuvo la oportunidad perfecta para meterme la foto en el bolsillo sin que yo me diera cuenta.
Tanteé una vez más la foto, para asegurarme de que era real y no algo de mi imaginación o puede incluso algo que hubiese metido yo sin querer al salir de la habitación, pero no, había metido las manos en los bolsillos de camino a despedirme de los chicos y 14 no me habría abrazado sino hubiera una buena razón.
El cerebro me iba a toda velocidad y no podía dejar de mirar por la ventana con los paisajes pasando fuzgamente y desdibujándose como si fueran borrones en un lienzo sucio.
Cada vez me ponía más nerviosa y me removí en el asiento, moviendo a los guardaespaldas contra mí como si fueran sacos de pesado cemento que me apuntalaban, intentando acomodarme como pudiese entre ellos y sin dejar de hacer ruidos con la lengua mientros los kilómetros eran engullidos por el motor del todoterreno.
Era como si estuviese esperando que la bombillita de las ideas se me encendiera de repente y viese el modo de salir de allí con total facilidad, pero aunque eso fuese cierto, todavía tendría que deshacerme de otros dos sedanes que me perseguirían a todo meter hasta que se quedasen sin gasolina.
Miré al sedán que estaba a nuestra espalda a través del retrovisor del conductor, sería tan fácil embestirlo frenando bruscamente y después huir de la carretera, eso funcionaría si solo fuese ese coche el que me escoltase hasta mi destino, pero es que si atacaba antes al de delante, el segundo podía embestirme o avisar a otros que estuvieran cerca aparte de ya conocer mis planes de huir, por lo que tenía que buscar una manera con la que poder acabar con los dos en un pequeño plazo de tiempo.
Si atacaba primero al que me seguía tenía varias ventajas, no se esperaría que frenase de repente y no podría evitarme a tiempo y recibiría un buen golpe en el morro lo que haría que el sedán se quedase hecho galleta, después solo tendría que esperar que el de delante viniese a evitar que me escapase y ya podría jugar con él como me diese la gana.
Decidido, ahora solo tenía que hacerme con el coche y sabiendo mejor que los invasores como funcionaba un coche en un accidente -estaba completamente segura de que desde que había conseguido el mando del planeta no habían tenido ninguno- no creo que reaccionase a tiempo como para recuperar el control del todoterreno, de hecho esperaba que solo quedase yo dentro cuando eso sucediese.
Por fin, parecía que la bombillita de las ideas se me había encendido y no pude evitar sonreír.

viernes, 8 de marzo de 2013

2. Labios sellados. Parte 5.

Los guardias me respaldaron hasta llegar a la salida principal del hospital, donde me esperaba todo un comité de médicos, algo impresionante ya que nunca había visto a tantos juntos, y a pesar de ello,los conocía a todos, aunque eso no dejaba de impresionar.
Mi médico de cabecera, por llamarlo de algún modo, se adelantó.
-Te vas, no hemos podido hacer nada -se encogió de hombros, como si realmente le importase mi partida, aunque a mí todavía me quedaba por agotar la sorpresa que me había causado esto.
El resto del equipo médico me miró por encima de su hombro, esperando una respuesta por mí parte, algo que no iba a pasar.
Me limité a sonreír y empecé a caminar de nuevo, esta vez, hacia la salida.
Uno de los guardaespaldas se me adelantó y me abrió la puerta que daba a la calle. Me paré, intenté mantener la calma, llevaba cinco años esperando este momento y después de tanto luchar, daba la ironía de que eran ellos mismos los que me abrían la puera hacia mi libertad.
Adelanté un pie y después el otro, me detuve en la salida, cerré los ojos y respiré hasta que los pulmones parecieron que me iba a estallar, sentí como el aire puro llenaba mis pulmones e hinchaba mi pecho, después de tanto tiempo de no salir al exterior, parecía como si volviera estar en casa.
Solo que no era tan bonito como recordaba. Miré a mi alrededor, todo estaba tranquilo, en paz, como se suponía que debía ser para los invasores. Había gente paseando apaciblemente por la calle, saludándose unos a otros cuando se encontraba, cediéndose el paso, paseando el perro, etc.
Pero mi destino era otro. Un todoterreno grande e imponente, creo que sería un Dodge Nitro por su forma cuadrículada, de color negro, nos esperaba en la entrada para vehículos del hospital. A ambos lados de la puerta trasera, donde iría yo durante el viaje, se encontraba otros dos encargados de seguridad, que seguramente irían en el sedán que estaba aparcado detrás del todoterreno. Se estaban tomando muchas molestias para trasladarme.
Por un momento, tuve miedo. Había visto traslados de otros experimentos antes, simplemente llegaba un coche, lo metían dentro y los demás lo veíamos desaparecer hasta que el coche se perdía entre el tráfico de la carretera.
El guardaespalda que estaba a mi izquierda hizo un pequeño gesto con la mano para indicarme que me adelantara y empezara mi camino hacia el todoterreno.
Recogí mi maleta del suelo y empecé a caminar a lo que seguramente podría ser mi próximo hogar, sino conseguía escaparme, aunque dada la seguridad con la que contaba, dudaba mucho que aquellos que llevasen todo esto de la investigación desde que la Tierra había sido invadida quisiesen deshacerse de mí tan fácilmente, aunque yo tuviese otra cosa en mente.
Me dirigí al coche, donde uno de los guardaespaldas nuevos, no tan altos como los del hospital, pero estaba segura que igual de entrenados o incluso mejor aún, me abrió la puerta y ni siquiera me miró de reojo cuando me impulsé para subir en su interior. Ya dentro y perfectamente acomodada, los guardas que siempre había conocido del hospital se acomodaron cada uno a mi lado, dejándome a mí en el centro, sin posibilidad de escapar cuando el coche se pusiera en marcha.
Los asientos del coche eran de cuero beis, parecían cosidos a manos y con pieles de primera calidad y tan cómodos que podría domirme en ellos sin levantarme después con dolor de espalda, puede incluso que fuese más cómodo que la cama que había tenido en mi habitación del hospital, algo que también me hizo pensar en que incluso ahora, los poderosos no hacían recortes en cuanto sus comodidades, por lo que tampoco habíamos cambiado tanto, después de todo.
Cuando los nuevos entraron en el sedán, aunque fue cuando me metí dentro del coche cuando me di cuenta de había otro sedán delante de nosotros y fue el que abrió la marcha para salir del hospital mientras me giraba para ver como su fachada blanca y gris por el deterioro de los años desaparecía de mi vista. Fue entonces cuando me acordé de que la habitación de Matthew y 14 -del que después de tanto tiempo no había adivinado su nombre y el cual me gustaría saber- daba a la calle y podía estar viéndome partir desde allí.
Miré hacia arriba y efectivamente, me los encontré mirando por la ventana blindada y con seguridad suficiente para que ellos no se escaparan. Cuando se dieron cuenta de que los estaba mirando, me sonrieron y alzaron las amnos, despidiéndose de mí, pero hubo algo en la mirada de 14 que me inquietó, sé que había prometido que me ayudaría a escapar, pero después de lo que había escuchado detrás de la puerta y del modo en que me lo contó, no sabía si confiar por completo en él o dejarme llevar por el miedo. También estaba que durante toda mi vida, sobretodo después de la invasión, había sido la orden del día no confiar en nadie y menos aún en aquellos que insistían en ser tus amigos, había aprendido a defenderme en este mundo desconfiando de todo el mundo, por eso, en el mismo momento en el que alguien me ofrecía su confianza sin venir a cuento o después de que descubriese algo malo, mi instinto saltaba y hacía que las alarmas se pusieran a aullar como locas.
Pero no pude evitar, al menos por Matthew, sonreír y despedirme de ellos hasta que los perdí de vista.


viernes, 1 de marzo de 2013

2. Labios sellados. Parte 4.

Me acerqué más a 21. Podía ser que no pudiera hablar por culpa de los experimentos fallidos, pero su mirada lo decía todo.
Estaba segura de que podría volver a verlos al menos una vez más, pero pensaba escaparme en medio del traslado y puede que por ello les metiera a ambos en un aprieto, ya que todo el mundo en el hospital sabía que era los únicos que dejaba que se me acercaran sin intentarle pegarle un buen puñetazo.
No pude evitar pasarle de nuevo el brazo por los hombros, esta vez paara estrecharlo contra mí y que, para mi sorpresa, él también me rodeara con los suyos. 21 tendría mi edad, pero a veces, puede que a lo mejor por no poder hablar o como me recordaba a mi antigua vida, lo trataba como si fuera mi hermano menor.
14 nos vió como si no nos conociera de nada, como si de repente, él sobrase allí. Levanté la cabeza, clavando la mirada en la suya. Fruncí el ceño, no parecía él mismo, o tal vez sería por lo que yo había escuchado antes y no sabía a que se refería.
- ¿Cuándo te vas? -su voz era suave, lo conocía lo suficiente para saber que estaba controlar sus emociones, pero si lo conoces como yo, eso ya es imposible.
21 se limitó a juntar sus manos y a entretenerse jugando con sus dedos, como si todo esto no tuviera que ver con él.
Sabía que algún momento tendría que hablar con 14 de lo que había escuchado antes, no podía creerme que hubiese algo que nos ocultase a 21 y a mi. Aunque siendo realista, yo también les he ocultado muchas cosas de mí misma, de quién era cuando estaba fuera y antes de la invasión, no creo que sea el momento de sacar el tema, pero estoy impaciente por quedarme a solas con él e intentar entender por qué nos lo ha ocultado. Somos lo único que tiene aquí dentro, aunque ahora también sé que tiene a alguien fuera.
Me levanté de la cama después de soltar a Matthew y me dirigí hacia la puerta. Había escuchado el golpeteo sordo que hacían las suelas de goma de las botas de los tíos de seguridad, habían tardado menos tiempo del que esperar en deducir donde estaban. Se me acababa el tiempo.
-Tengo que irme -intenté secarme las palmas sudorosas de las manos, hacía mucho tiempo que no me ponía nerviosa, pero todo este asunto del traslado estaba empezando a mosquearme de verdad, y encima descubrir el mismo día que uno de tus dos amigos en este infierno podía ser una persona diferente a quién tú creías, lo enrolla todo aún más.
14 se limitó a asentir y 21 se levantó para darme un abrazo de despedida. Apoyé la cabeza en su hombro y lo estreché entre mis brazos con fuerza, han sido con diferencia lo mejor que me ha pasado desde que llegué al hospital hará unos cinco años, no me creo que por fin vaya a salir de aquí, pero tener que dejarlos a ellos dos atrás mientras, empieza a dolerme más de lo que pensaba.
Esto es lo que nunca he querido, coger cariño a la gente, porque en el momento en el que sepas que pueden utilizar a alguien para hacerte daño, lo hará para ponerlo en tu contra y tu no tendrías otra opción qué elegir por ellos.
Apreté una vez más mis brazos alrededor de Matthew, a lo que él me respondió y me aparté intentando sonreír a la vez que iba hacia donde está 14. Nunca he tenido mucho roce con él, siempre había estado más unida a 21, pero también ha sido él el que ha decidido no acercarse demasiado a mí, siempre ha sido muy reservado con todo el mundo y ahora empiezo a entender por qué.
Le sonreí y el me devolvió la sonrisa, casi tuve que obligarme a adelantar un pie para abrazarlo, pero cuando lo hice, ya no quise soltarlo. Al bajar la cabeza para esconderla en el hueco de su cuello, pude notar en la frente las marcas que la soga le habñia dejado, me alejé lo suficiente para ver su sombra oscura en contraste con su piel clara.
Alejarme de los dos va a ser mucho más doloroso de lo que creía, después de todo, de la invasión y de todo lo malo que he tenido que pasar para llegar hasta aquí, parece ser que todo tenga un sentido, que todavía quede algo por lo que luchar. Eso debería alegrarme, pero solo me hace sentir peor.
Ante mi sorpresa, 14 no se lo pensó antes de abrazarme, me estrechó entre sus brazos con fuerza, tanto, que casi me dejó sin respiración. Algo que nunca hubiese esperado de él.
Pero antes de dejarme ir, de volver con los seguritas y no volver a verme, a la vez que deslizaba algo en uno de los múltiples bolsillos de mi pantalón, pegó su boca a mi oreja y murmuró lo más bajo que pudo.
-Tranquila, siempre hay un plan B -se separó en el acto y me miró con sus ojos vidriosos, como si con eso lo dijera todo, no podía creer que me acabase de decir eso, lo que solo hacia que mis sospechas aumentaran.
Vio como la confusión pasó por mi rostro y sonrió.
Si era cierto que había un plan B, yo iba a tener que estar fuera y en marcha para descubrir que era.
Pero eso también trastocaba mis planes, yo ya había estado planeando mi huida en el traslado, como haría para distraer a los guardias y demás, pero ahora venía él y me contaba de que había una segunda salida, de que encontrarían la manera de volver a verme.
Me obligué a sonreir y irme hacia la puerta antes que los gorilas la derribaran de una patada y me sacaran de aquí a rastras.
Abrí la puerta justo en el momento en el que uno de ellos estaba levantando el pie y se preparaba para derribar la puerta. Para su sorpresa, les sonreí y empecé a caminar por el pasillo por delante de ellos sin que dijera ni una palabra.
14 y Matthew salieron al pasillo antes de que yo desapareciese por la esquina. Me despedían a su manera, en silencio, aunque Matthew por motivos obvios. Se contuvo y me sonrió, diciéndome adiós con la mano mientras 14 lo imitaba y me guiñaba un ojo, comos sí entre él y yo hubiese pasado algo gracioso momentos antes.
Pero no, sentí como mi estómago se revolvió al ver como su sonrisa forzada se convertía en una mascara impenetrable cuando Matthew entró en la habitación.