viernes, 22 de febrero de 2013

2. Labios sellados. Parte 3.

Intenté controlarme para no gritar cuando vi que era 21 el que estaba a mi lado, en el pasillo, al lado de la puerta de su habitación, donde apenas unos minutos antes había escuchado como 14 había estado hablando con alguien en su interior. Alguien mudo, que escribía en un papel para hacerse entender, por lo que auomáticamente había pensando que era Matthew.
Los ojos de Matthew se entrecerraron y su mirada me atravesó, lo que me hizo volver a la realidad.
¿Si no era con él quién había estado hablando con 21? ¿Quién había sido?
21 señaló la puerta con un gesto de la mano y me indicó con la cabeza si iba a entrar a la vez que sacaba su tarjeta electrónica del bolsillo de la camisa, su llave de la habitación. Al menos él no estaba encerrado en su propia habitación.
Cuando entramos, todo estaba exactamente igual que siempre, las dos camas, una a cada lado de la habitación, la puerta en medio de la pared lateral derecha del baño, las paredes blancas sin nada pegado encima, salvo las marcas que utiliza 21 para saber cuantos días llevamos aquí.
Aunque solo con decir que la mitad de una pared está llena es suficiente para saber cuanto tiempo es. Y también sé que no quiero pasar ni un día más aquí.
Nos encontramos a 14 donde siempre, en su vieja mecedora de madera. Estaba concentrado en un libro de tapa blanda. el cual había sido leído tantas veces -era el único que tenía 14- que las tapas ya estaban vencidas y se doblan sobre sí mismas como si fueran papel mojado.
No encontré nada en la habitación que estuviera fuera de lugar o diera a entender que antes había habido otra persona a parte de 14.
21 fue directamente a su cama, donde se tiró cuan largo era y escondió la cabeza debajo de la almohada. 14 y yo solo tuvimos que mirarnos para saber que el entrenador Colt había sacado provecho a nuestra ausencia y obligar así a Matthew para enfrentarlo de nuevo contra sus miedos.
Me senté a su lado y metí la mano debajo de la almohada, con la intención de quitársela y, más o menos con suavidad, obligarlo a que me mirase y poder mirarlo yo a los ojos, tranquilizarlo con nuestra presencia.
Pero antes de que consiguiese sacarle la almohada de encima, 21 gruñó y la agarró con fuerza, tratando de evitar que le descubriera la cara. Levanté la cabeza para mirar a 14, que se limitó a encogerse de hombros.
Hice lo que más de cien veces antes había hecho.
Me eché al lado de 21 y le pasé uno de mis brazos por su hombro, de modo que yo también me quedé boca abajo, subí hasta que mi cabeza también acabó debajo de la almohada y me quedé mirando a 21 a la cara.
Tenía los ojos empañados y se había estado aguantando las ganas de llorar desde que había salido del gimnasio, deseando con todas sus fuerzas llegar a su habitación y descargar toda su frustración sobre sí mismo, pero ahora que me había encontrado a mí esperándolo, tenía que aguantar de nuevo, pero ya no le quedaban fuerzas.
 Me limité a mantenerme callada y me acerqué a él, subí mi brazo desde su hombro hasta su pelo encrespado, donde empecé a mover los dedos como si estuviese en una especie de trance y ambos nos quedábamos mirándonos el uno al otro, sin intercambiar ninguna palabra.
14 se hizo notar carraspeando, escuché el crujido de la madera cuando se levantó de la mecedora.
- Matthew, ¿quieres que te deje con 26? -su voz ronca hizo que mi corazón diera un brinco, pero no sabía si era porque estaba de espaldas a él o porque había algo en su tono que no me gustaba nada.
Al ver que Matthew se limitaba a abrir los ojos y mirarme de nuevo, no sabía que decir, ni qué decirle a ninguno de los dos. Cómo se despedían la gente antes de la invasión. Cómo podía hacerlo sin que pareciese un adiós permanente, cómo para mantener la esperanza de que nos volveríamos a ver en un futuro cercano. Solo de pensar que podía ser posible que no los volvería a ver jamás, se me cerraba el estómago y me daban ganas de abrazar a 21 y 14 para no soltarlos jamás.
Por fin, después de unos segundos eternos en lo que único que pude escuchar era el sonido de mi corazón bombeando sangre contra mi pecho, de modo que casi parecía que me iba a estallar, dejé salir el aire y miré a Matthew y salí de la seguridad que me daba la almohada, levantándome para encarar a 14.
-En realidad venía a despedirme -tragué saliva y esperé una reacción por su parte. 14 se limitó a quedarse mirándome, casi como si no creyera lo que acababa de decir y en algún momento soltara la frase de "es broma, mirad que caretos habéis puesto". Pero los dos sabíamos que no iba a pasar.
Sentí un movimiento detrás de mí y al segundo siguiente los pies descalzos de 21 estaban por fuera de la cama, sus brazos están tirados de cualquier manera a su lado, casi como si no le pertenecieran, pero se qué, en el fondo, quería confortarme tanto como yo lo había ayudado todo este tiempo. Veía el tic en su brazo izquierdo, el que está más cerca de mí, pero luchaba contra ello. Luchaba por no tener que abrazarme.
Terminé por arrastrarme yo y acercarme a él, pasándole un brazo por el hombro e intentando sacarme de mi interior una sonrisa, aunque sé que se notara que es forzada.
- ¿Cómo qué te vas? -14 se sentó delante de nosotros, en su propia cama, apoyó los brazos en las rodillas y se nos quedó mirando fijamente.
-De hecho, no tengo mucho tiempo antes de irme. Me iba cuando me vistes en el pasillo, junto a los guardaespaldas -asintió, sabiendo a qué me refería. Lo que no sabía era cómo le había dado tiempo a llegar antes que yo a la habitación si cuando nos habíamos visto en el pasillo estaba yendo al gimnasio del hospital y yo había llegado hasta aquí por el ascensor. Otro misterio que resolver de 14. Cada vez se volvía más larga y más extraña.

viernes, 15 de febrero de 2013

2. Labios sellados. Parte 2.

Me puse la chaqueta después de terminar de ponerme los vaqueros gruesos marrones y la camiseta gris que me serviría mejor que la blanca, ya que era térmica y me ayudaría a enfrentame al frío si conseguía escaparme, junto a las botas de montaña negras que me había entregado mi médico.
Ahora me dirigía, escoltada por mis guardaespaldas, cómo no, a ver a las únicas personas que podía considerar a mis amigos en ese hospital que había sido mi cárcel durante los últimos años, después de la invasión.
Me encontré con sus ojos vidriosos, que en la "oscuridad" del pasillo parecían un poco más grises de lo normal, al igual que los míos.
Me zafé de mi guardaespaldas de la izquierda que en ese momento extendía una mano para impedirme adelantarme y fui a donde estaba él. Al principio, solo levantó la cabeza y me sonrió, el modo de saludarme que siempre había tenido, a lo que yo respondía con un movimiento de cabeza y una sonrisa se formaba en mi cara al mirarlo.
Pero esta vez, cuando él me sonrió y fui acercándome a él, levanté los brazos y los abrí. Al principio, su cara de incredulidad no tuvo precio, preguntándose que estaba intentando hacer, pero cuando se dio cuenta de que era lo que me había pasado, volvió a sonreír y dejó que lo rodeara con mis brazos y lo apretara con toda la fuerza que podía sin llegar a dejarlo sin respiración.
Me separé de él.
- ¿Se puede saber por qué estás tan contenta? -La voz suave de 14 hizo que me tranquilizara casi al instante, pero el golpeteo del dedo de mi guardaespaldas me devolvió a la realidad. 14 también lo miró con desconfianza, volvió a mirarme a mí y articuló con los labios "nos vemos en la habitación de 21".
Acto seguido, volvió a caminar y al doblar la esquina del pasillo, desapareció.
El guardaespaldas me empujó de nuevo y yo seguí mi camino, sabía que solo tendría una oportunidad para ello, por lo que tendría que esperar al momento exacto.
Llegamos al ascensor justo en el momento en el que este se cerraba por lo que no me lo tuve que pensar mucho al ver que mi oportunidad se presentaba de un modo tan adecuado.
Se suponía que los guardaespaldas podrían abrir el ascensor siempre que quisiera, por eso necesitaba un par de segundos para entrar y marcar el número 2, la planta en la que estaba la habitación de Matthew.
Puse un pie justo en el momento en el que el ascensor se cerraba, mis gorilas se dieron cuenta de ello e intentaron cogerme, ya era demasiado tarde.
Di cuenta de mi fuerza y me di la vuelta, utilizando sus cuerpos para impulsarme hacia el interior del ascensor al mismo tiempo que ellos salían despedidos hacia atrás.
La puerta del ascensor se cerró incluso antes de que pudieran levantarse y yo conseguí soltar un suspiro de alivio mientras me levantaba lo suficiente para apretar el botón del segundo piso y me dejaba caer de nuevo contra el enmoquetado del ascensor.
Con suerte, los gorilas creerían que me quería escapar del hospital y bloquearían todas las salidas con todo el personal que tuvieran disponible, después ya se dedicarían a registrar el hospital de arriba a abajo hasta el más mínimo detalle, algo que no me haría mucha gracia que me encontrase. Pero yo solo iba a despedirme de 14 y 21, por lo tanto, no creía que fuese muy difícil llegar hasta la habitación del segundo, ya que lo llevaba haciendo las tres últimas noches, durante el cambio de guadia, el único momento en el que sabía que era casi imposible que me cogieran.
Cuando la puerta del ascensor se abrió, me preparé por si habían conseguido saber a dónde me dirigía y me estaban esperando al otro lado de la puerta de metal deslizante. Pero el pasillo estaba vacío por completo, prácticamente desierto, no podía creer que lo dejaran sin vigilancia a esa hora del día, aunque claro, cada planta tenía sus propias reglas, al igual que en la mía solo estaba yo por ser la de máxima seguridad.
Me planté delante de la puerta de color blanco mate de la habitación de 21, preparada para tocar la puerta, me quedé a medio camino, ya que escuché una discusión al otro lado de la madera.
-Ella todavía no debe saber nada, es la más vigilada de todo el programa, ¿cómo crees que se tomaría que la necesitamos para esto? No, sería una completa locura, además, si el doctor se entera, los dos sabemos que puede mandarla a ejecutar con tal de no perderla y que se vuelva en su contra.
Hubo una pequeña pausa y el sonido parecido al del un bolígrafo deslizándose en un papel mientras alguien escribía y rasgaba después el folio en un ataque de furia.
-Sí, será mejor que lo descubra todo por ella misma y lo elija -la voz era la de 14, ese tono, como si siempre estuviese cansado, lo delataba.
De nuevo, un silencio y el sonido del bolígrafo desgarrando el papel.
-De acuerdo -hubo una pequeña pausa en el que escuché unos pasos-. 26 llegará en unos minutos como mucho, será mejor que adecentemos este sitio antes de que llegue.
Escuché como arrastraban muebles y movían papeles y objetos de lugar. No es que la habitación de 21 fuese enorme, pero para que pudiese tener tal cantidad de cosas como parecía que era lo que estaban moviendo, deberían tener más sitio del que yo sabía.
Me quedé plantada delante de la puerta, esperando a que el ruido de los muebles moviéndose y demás terminase, unos cinco minutos, solo escuchaba mi respiración y no estaba muy segura de querer entrar en la habitación.
Un movimiento a mi espalda llamó mi atención y una mano se me posó en el hombro.
Cuando me giré, miraba los ojos verdes y desconcertados de 21.

viernes, 8 de febrero de 2013

2. Labios sellados. Parte 1.

El doctor me sacudió de nuevo, pero yo iba a seguir sin querer salir de la cama.
Llevaba tres días escapándome como podía de mi celda, no se merecía llamarse de otra manera, para poder ir a la habitación de Matthew y 14 y así mantener al primero tranquilo después de la escalada.
El problema no había sido la subida, que era lo que yo había temido, sino la bajada. Al principio todo iba bien, pero llegó un momento en el que Matthew no había podido seguir bajando sin mirar hacía abajo, habíamos tenido que izarlo y "dejarlo" caer, aunque en ningún momento había estado en peligro.
Empezó a bajar bastante bien, pero en cuanto llegó el momento en el que no pudo hacerlo sin mirar hacia abajo para saber donde tenía que poner el pie, se quedó petrificado.
Hacía solo una hora que había llegado a mi habitación y era cuando el doctor había abierto la puerta cuando estaba empezando a coger el sueño.
Me removí una vez más preparándome para lo que sería un día duro.
Sin embargo, cuando me levanté y fui a por el uniforme de gimnasia para seguir con los ejercicios de la semana anterior, no estaba ahí y me encontré con unos pantalones marrones gruesos, una camisa blanca de manga corta y unas botas de montaña. Miré al doctor, extrañada.
- ¿Dónde está mi ropa? -manoseé las botas, buscando algo que me explicara este cambio.
-Te vas -no parecía muy contento, pero cuando le miré hizo un esfuerzo y sonrió.
Yo, sin embargo,  no creía en mi buena suerte y tardé un rato en levantarme y coger mi maleta de debajo de la cama. Había estado ahí desde que había llegado, después de que los invasores habían conseguido atraparme, estaba claro que no me iban a dejar salir de su hospital -laboratorio- de alta seguridad como si nada.
- ¿Cómo que me voy? ¿A dónde? -pregunté. Abrí la mochila y vi, que a diferencia de las otras veces, todo estaba ahí y no era solo una carcasa vacía que me recordaba que no podría largarme sin más de allí con ella. Tanteé el fondo falso para saber si la foto de mis padres y mi hermano todavía estaba ahí, al tocar el leve bulto del papel, pude escuchar como mis pulmones eran capaces de volver a respirar.
- Eso no es de mi incumbencia -respondió el médico, parecía realmente dolido por separarse de mí después de tanto tiempo bajo su lupa-. Parece ser que los altos cargos de nuestra sociedad pacífica te han echado el ojo y quieren ver de lo que eres capaz en campo abierto, he intentado impedírselo, pero no quiero echarse atrás tan pronto, te vas. Tus guardaespaldas te esperan fuera, no tardes.
Se dirigió hacia la puerta, pero cuando puso la mano en el pomo, se giró una vez más.
-Si crees que ahora que vas a salir del hospital tus oportunidades de escapar aumentarán, te equivocas, allí a donde te llevan te será imposible escaparte, así que si quieres intentarlo, adelante, no podrás dar ni un paso sin que ellos lo sepan.
El modo en el que me habló, casi como si supiera exactamente que era lo que iba a ser una vez saliese del hospital y me instalasen en mi nuevo "hogar", fue, ¿cómo decirlo?, aterrador.
Intenté tragarme la saliva que se me había acumulado en la boca, pero no pude.
Me di cuenta mientras me iba vistiendo que si me iba, no volvería a ver ni a 14 ni a 21. Sentí como se me formaba un nudo en el estómago al pensar, que, después de todo, los consideraba mis amigos y que los dejaría atrás para poder que no los volviera a ver jamás.
Até con fuerza el cordón de la bota de montaña que me había dejado el médico al pie de la cama y giré la cabeza. Si me iba a otra prisión, ¿por qué me daba botas de montaña?
Esperando que la respuesta que me pasó al segundo siguiente por la cabeza fuese la correcta, sonreí.
Me levanté con energía a sabiendas de que esa podría ser la última vez que estuviera entre esas cuatro paredes. Sentí el hormigueo en el estómago y el golpeteo de mi corazón contra mi pecho al saber que dentro de poco podría volver a respirar el aire fresco del exterior, después de tanto tiempo, por fin iba a ser libre, aunque fuese solo durante un par de horas.
Entonces dos rostros pasaron por mi mente y sentí como me quedaba clavada en el sitio.
14 y 21, si yo me iba, se quedarían ellos dos solos, y no podrían hacer nada más que apoyarse el uno en el otro para seguir adelante. Tiré mi nueva camisa y me dirigí hacia la puerta, donde di un par de golpes, la forma de decir que quería salir amistosamente.
Aún así, mis dos guardaspaldas, que parecía que también me acompañarían en mi pequeña excursión hasta mi siguente hogar por su vestimenta de montañista militar. Esperaba poder escaparme antes de que eso pasase, pero ahora estaba el tema de 14 y Matthew, si los dejaba atrás, era muy posible que no los volviese a ver, y eso hacía que el corazón se me encogiera en un puño.
No es que hubiese pasado mucho tiempo con ellos, pero desde que estaba con ellos y que fueran humanos, aunque estuviera sometidos a experimentos, al igual que yo, no dejaban de ser humanos y eso me daba esperanzas para seguir luchando por mi libertad y por la del resto que eran como nosotros.

viernes, 1 de febrero de 2013

1. Cierra los ojos. Parte 5.

Enganché las juntas en su lugar y levanté la cabeza cuando vi como 14 intentaba convencer a Matthew para que se las pusiera sin rechistar. Él se negaba a dejar que se le pusiera pacíficamente, negaba con la cabeza una y otra vez.
Terminé de apretar mi cinturón y puse los ganchos en su sitio, ya estaba lista para empezar la escalada. Ahora solo esperaba que Matthew colaborase para hacerlo todo más llevadero. Enganché la última cincha y me dirigí hacía donde estaban mis dos amigos.
- ¿Qué pasa? -observé su arnés. Todo estaba en su sitio, pero él no. Matthew no, todavía no estaba preparado, ni lo estaría nunca si no superaba sus miedo en ese momento.
Por toda respuesta, me cogio de las manos y clavó sus ojos verdes en los míos. Me dieron ganas de cubrirlo por completo y llevarlo a su habitación.
De repente parecía que el gimnasio se hubiese quedado en un silencio total y que todas las miradas estaban concentradas en nosotros. No me gustaba ser el centro de atención y mucho menos en una situación como aquella.
-No va a pasar nada, ¿de acuerdo? -le miré a los ojos como pude para que supiera que estaba ahí para ayudarlo-. Estaré a tu lado en todo momento. No te dejaré caer.
No debería haber dicho eso último. Noté como sus dedos se tensaban alrededor de mis muñecas y como su nuez de Adán se movía de arriba para abajo rápidamente.
-Todo va a salir bien, 21 -14 apareció por detrás y le dio un par de palmadas en la espalda. Este reaccionó como un resorte y le dirigió su asustada mirada.
Aproveché el momento y lo enganché a mí, recogiendo su correa y enganchándola en mi arnés.
Matthew cogió mi mano antes de que consiguiera enganchar el cinturón que le quedaba por abrochar y me apretó con fuerza, todavía sin estar seguro de subir arriba.
En ese momento apareció el entrenador Colt y pitó, con lo que daba comienzo a la práctica. Tuve que tirar de él de nuevo para hacerlo llegar hasta la pared prácticamente vertical de quince metros de altura que estaba colocado en la parte más alejada de las gradas del gimnasio.
Coloqué el primer pie y tomé impulso para empezar a escalar, por lo que Matt no tuvo otra alternativa que escalar conmigo para no quedarse colgado y que yo tuviera que subirlo como un muñeco de trapo, lo que hubiese aumentado su sensación de vértigo.
Apoyó una mano en el molde más cercano y levantó el pie izquierdo, yo ya estaba a un metro y medio del suelo, por lo que tendría que ir rápido para evitar descolgarlo. En parte, eso era lo mejor, así solo se concentraría en subir para darme alcance en vez de preocuparse de mirar tanto arriba como hacia abajo para alimentar sus miedos y quedarse petrificado en mitad de la escalada.
Cuando ya estábamos a unos cinco metros de altura, 14 soltó la cuerda que nos mantenía tensos a los dos y se lo pasó a uno de los monitores, uno de pelo rubio y ojos azules con cara de bobalicón, que se encargaban de supervisar esta actividad en concreto y empezó su propia escalada.
Estuvimos escalando lentamente, pero seguros, para que 21 no se sintiera presionado y pudiese ir a su propio ritmo, sin preocuparse por si se iba a caer o no.
Uno de los monitores se había apoderado de la cuerda de 21 y la mantenía firme, por lo que ahora, a parte de mí como seguro de vida, también tenía a uno de los monitores.
El entrenador Colt estuvo todo el rato supervisando la actividad, apuntando algo en la libreta en vete tú a saber en cual de nuestros expedientes.
14 y yo ya habíamos hecho nuestras prácticas de escalada un par de semanas atrás, pero Matthew había conseguido librarse de ello gracias a nosotros, pero esta vez habíamos sido "encerrados", estábamos sin salida, y estábamos obligados a ayudarle con su problema con las alturas, él haría lo mismo por nosotros.
Me concentré en poner la mano en el siguiente agarre y me impulsé con fuerza hacia arriba, a mitad de camino para colocar mi pie derecho en su sitio, me quedé estática. Algo me impedía seguir avanzando con faclidad. Tuve que hacer una fuerza descomunal para poder apoyar el pie y asegurar la cuerda para poder mirar hacia abajo y ver que era lo que me frenaba el avance.
Matthew había cometido el error de mirar hacia abajo justo cuando estábamos a doce metros de altura y no había otra opción sino subir. Solo quedaban tres metros y él había tenido que mirar hacia abajo.
El monitor que lo había estado sujetando hasta ese momento seguía ahí, pendiente de que la cuerda no se aflojase y mateniendo firme a Matthew hasta que alguien lo ayudase, podía notarse en la tensión de los músculos de los brazos.
Me apoyé como pude y empecé a descender de modo que tanto Matthew como yo estuviéramos a salvo, ya que la cuerda que nos mantenía seguros podría aflojarse, yo resbalar y caer ambos desde diez metros de altura.
Llegué al lado de Matthew y casi me pegué a él. Le cogí la mano más cerca que tenía de mí.
-Mírame -le ordené de forma un poco brusca, pero obedeció-. No te vas a caer, de acuerdo, yo estoy aquí.
Cogí su mano con fuerza, despegué los dedos del molde al que estaba agarrado como una fiera y subí el brazo hasta el más próximo. En cuanto sus dedos rozaron la superficie porosa, se aferró a ella al momento. Bajé y le ayudé a hacer lo mismo con el pie. El monitor tiró de él hacia arriba y le obligó a seguir subiendo. Cuando me giré para mirar si todo estaba bien, el monitor me miró y me sonrió con una sonrisa de oreja, dándome las gracias por ayudar.
Me dieron unas ganas increíbles de escupirle a la cara, pero me aguanté. Lo había hecho para ayudar a Matthew, no a él. Giré sobre mi misma y empecé a subir, me mantuve a la misma altura de Matthew por si pasaba algo, pero los otros tres metros que quedaban para llegar hasta la plataforma de arriba fueron pan comido.
Desde que Matthew se percató de que me iba a quedar a su lado hasta terminar, cogió más confianza y siguió subiendo a una buena velocidad, por lo que en un momento llegamos hasta arriba y pudimos sentarnos en el borde.
Me senté junto a Matthew y cuando llegó 14, se sentó a mi lado, quedando así entre los dos de nuevo, como había pasado en las gradas.
Matthew todavía estaba temblando, pero ahora que habíamos llegado arriba parecía, al menos exteriormente, mucho más tanquilo. A pesar de que sus piernas y las mías colgaban desde quince metros de altura, no parecía para nada asustado, sino más bien aliviado, como si se hubiese quitado un gran peso de encima.
Nos miró a 14 y a mí y sonrió, casi como si no se pudiese creer que hubiese superado sus miedos.
Después de eso, señaló con el dedo las vistas de las que podíamos disfrutar de donde estábamos. Se veía todo el gimnasio y las vitrinas de cristal que utilizaban los doctores para supervisarlo todo.
Pude ver el que se encargaba de mi caso al fondo, hablando con otro hombre vestido de una manera diferente. No tenía las batas blancas de los doctores y tampoco los trajes negros y azules oscuros de los guardias de seguridad, pero tenía un pequeño parecido.
Vestía vaqueros oscuros, pero no lo suficiente para que parecieran negros, la camisa roja contrastaba bastante con la ropa de los que le rodeaban, al igual que la chaqueta de cuero.
Su rostro estaba en sombras, pero pude ver una mata de pelo castaño hasta los hombros que me resultó vagamente familiar y por mucho que me cueste admitirlo, un sentimiendo de odio mezclado con miedo afloró en mi pecho y me aprisionó las entrañas.
Desde fuera, 14 y Matthew debieron notarlo, ya que el primero se arrimó más a mí, hasta pegar su pierna a la mía y Matthew deslizó su brazo por mi hombro como yo había hecho antes en las gradas.