El doctor me sacudió de nuevo, pero yo iba a seguir sin querer salir de la cama.
Llevaba tres días escapándome como podía de mi celda, no se merecía llamarse de otra manera, para poder ir a la habitación de Matthew y 14 y así mantener al primero tranquilo después de la escalada.
El problema no había sido la subida, que era lo que yo había temido, sino la bajada. Al principio todo iba bien, pero llegó un momento en el que Matthew no había podido seguir bajando sin mirar hacía abajo, habíamos tenido que izarlo y "dejarlo" caer, aunque en ningún momento había estado en peligro.
Empezó a bajar bastante bien, pero en cuanto llegó el momento en el que no pudo hacerlo sin mirar hacia abajo para saber donde tenía que poner el pie, se quedó petrificado.
Hacía solo una hora que había llegado a mi habitación y era cuando el doctor había abierto la puerta cuando estaba empezando a coger el sueño.
Me removí una vez más preparándome para lo que sería un día duro.
Sin embargo, cuando me levanté y fui a por el uniforme de gimnasia para seguir con los ejercicios de la semana anterior, no estaba ahí y me encontré con unos pantalones marrones gruesos, una camisa blanca de manga corta y unas botas de montaña. Miré al doctor, extrañada.
- ¿Dónde está mi ropa? -manoseé las botas, buscando algo que me explicara este cambio.
-Te vas -no parecía muy contento, pero cuando le miré hizo un esfuerzo y sonrió.
Yo, sin embargo, no creía en mi buena suerte y tardé un rato en levantarme y coger mi maleta de debajo de la cama. Había estado ahí desde que había llegado, después de que los invasores habían conseguido atraparme, estaba claro que no me iban a dejar salir de su hospital -laboratorio- de alta seguridad como si nada.
- ¿Cómo que me voy? ¿A dónde? -pregunté. Abrí la mochila y vi, que a diferencia de las otras veces, todo estaba ahí y no era solo una carcasa vacía que me recordaba que no podría largarme sin más de allí con ella. Tanteé el fondo falso para saber si la foto de mis padres y mi hermano todavía estaba ahí, al tocar el leve bulto del papel, pude escuchar como mis pulmones eran capaces de volver a respirar.
- Eso no es de mi incumbencia -respondió el médico, parecía realmente dolido por separarse de mí después de tanto tiempo bajo su lupa-. Parece ser que los altos cargos de nuestra sociedad pacífica te han echado el ojo y quieren ver de lo que eres capaz en campo abierto, he intentado impedírselo, pero no quiero echarse atrás tan pronto, te vas. Tus guardaespaldas te esperan fuera, no tardes.
Se dirigió hacia la puerta, pero cuando puso la mano en el pomo, se giró una vez más.
-Si crees que ahora que vas a salir del hospital tus oportunidades de escapar aumentarán, te equivocas, allí a donde te llevan te será imposible escaparte, así que si quieres intentarlo, adelante, no podrás dar ni un paso sin que ellos lo sepan.
El modo en el que me habló, casi como si supiera exactamente que era lo que iba a ser una vez saliese del hospital y me instalasen en mi nuevo "hogar", fue, ¿cómo decirlo?, aterrador.
Intenté tragarme la saliva que se me había acumulado en la boca, pero no pude.
Me di cuenta mientras me iba vistiendo que si me iba, no volvería a ver ni a 14 ni a 21. Sentí como se me formaba un nudo en el estómago al pensar, que, después de todo, los consideraba mis amigos y que los dejaría atrás para poder que no los volviera a ver jamás.
Até con fuerza el cordón de la bota de montaña que me había dejado el médico al pie de la cama y giré la cabeza. Si me iba a otra prisión, ¿por qué me daba botas de montaña?
Esperando que la respuesta que me pasó al segundo siguiente por la cabeza fuese la correcta, sonreí.
Me levanté con energía a sabiendas de que esa podría ser la última vez que estuviera entre esas cuatro paredes. Sentí el hormigueo en el estómago y el golpeteo de mi corazón contra mi pecho al saber que dentro de poco podría volver a respirar el aire fresco del exterior, después de tanto tiempo, por fin iba a ser libre, aunque fuese solo durante un par de horas.
Entonces dos rostros pasaron por mi mente y sentí como me quedaba clavada en el sitio.
14 y 21, si yo me iba, se quedarían ellos dos solos, y no podrían hacer nada más que apoyarse el uno en el otro para seguir adelante. Tiré mi nueva camisa y me dirigí hacia la puerta, donde di un par de golpes, la forma de decir que quería salir amistosamente.
Aún así, mis dos guardaspaldas, que parecía que también me acompañarían en mi pequeña excursión hasta mi siguente hogar por su vestimenta de montañista militar. Esperaba poder escaparme antes de que eso pasase, pero ahora estaba el tema de 14 y Matthew, si los dejaba atrás, era muy posible que no los volviese a ver, y eso hacía que el corazón se me encogiera en un puño.
No es que hubiese pasado mucho tiempo con ellos, pero desde que estaba con ellos y que fueran humanos, aunque estuviera sometidos a experimentos, al igual que yo, no dejaban de ser humanos y eso me daba esperanzas para seguir luchando por mi libertad y por la del resto que eran como nosotros.
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