La culata del rifle me golpeó y me hizo caer al suelo. Conseguí darme cuenta enseguida de que me habían rodeado y de que yo no había sido capaz de darme cuenta de ello. Me sentía estúpida por haber fallado en algo tan tonto como lo era el hecho de comprobar los alrededores cuando había más de un perseguidor siguiéndote la pista.
Tuve tiempo de girarme y apoyar los brazos en las hojas, pero una bota con punta de acero me dio en el brazo, por lo que fue mi cabeza lo que terminó por golpear el suelo lleno de hojas secas.
Escuché el sonido de un arma a la que se le quita el seguro y me puse tensa. Hacía cinco años que no escuchaba ese sonido, cuando yo misma le había quitado a mi escopeta recortada el seguro para llevarme por delante a todos los invasores que intentasen atraparme o acorralarme.
Ya en el suelo, escupí la sangre por el labio partido a causa del segundo golpe de la bota, cuando ya estaba en el suelo. Me apoyé con todas mis fuerzas en los brazos y apoyé la espalda en el tronco del pino que estaba a mi lado. Solo pude alzar la cabeza al mismo tiempo que la misma bota se alzaba para darme otro golpe. Conseguí evitarlo por milímetros, acabando de nuevo tirada en el suelo. Si eran humanos, ¿por qué hacían esto? Me reí de mi estupidez. Sí, eran humanos y yo había huído de ellos cuando me descubrieron, yo también habría ido en mi persecucción.
Escupí otra vez sangre y me la limpié con el dorso de la mano. Alcé la cabeza y miré fijamente al militar. ¿Tanto había cambiado que ni otro humano era capaz de reconocerme? Joder, era humana, al igual que él. Estaba huyendo porque creía que era una partida de invasores y esto es lo que me había costado me equivocación. Que ellos me confundieran con uno de sus insectos y me persiguieran como a una presa que había que abatir.
La chica llegó junto al que había estado escuchando música, donde los auriculares todavía seguían colgando del cuello de su camisa de cuadros oscuros. Entonces, ¿habían cuatro humanos?
Me giré a mirar al que me había dado los dos golpes, o lo había intentado con las botas de punta de acero. Mediría casi el metro noventa, con unos ojos oscuros que casi se fundían con la pupila y el pelo de un color rubio ceniza que me había acostumbrado a no ver desde que había escapado de California seis años atras, junto a una barba de unos tres días que le daban un aspecto aún más serio del que ya tenía, a pesar del ceño fruncido.
El chico de los auriculares, era algo más bajito, pero aún así casi lo alcanzaba, se parecía físicamente, al igual que el otro hombre, pero este tenía los ojos grises y pelo castaño y corto revuelto por culpa de la carrera. El militar rapado se encontraba a su lado y sus ojos miel claro parecían casi dorados y reflejaban la brillante luz del sol que atrevesaba las ramas de los pinos.
La chica o mujer, que ya tendría unos treinta y pico se me quedó mirando fijamente con sus ojos verdes oscuros mientras yo hacía lo mismo con el militar. Tenía el pelo corto estilo garçon. Me imaginé que sería para mayor comodidad a la hora de combatir y de que no le molestara mientras corría por el bosque.
Me pasé la lengua por los labios por miedo a que la sangre que tenía se secara y después se me agrietarán aún más. El gesto les distrajo y podría haber aprovechado para huir, pero podría haber recibido una bala en la espalda por ello. No pensaba morir por uno de los míos y menos mientras que pensaran que yo era uno de los invasores. Había escapado para sobrevivir, no para que me enterraran a los dos días.
- ¿Qué crees? ¿La matamos? -El chico de los auriculares tenía la voz tranquila y no agitada, no respiraba entrecortadamente ni parecía faltarle el aire, como si no hubiese estado persiguiéndome durante doce kilómetros. Además de demostrar que era el más joven de los cuatros cazadores.
El militar negó con la cabeza una milésima antes que la mujer.
-No sabemos si es una de ellos, o es como nosotros -su voz, grave, parecía irle al pelo, como si hubiese nacido con el propósito de mandar y no ser mandado.
Esta vez fue el otro chico, el de los ojos oscuros y el pelo rubio el que me miró de arriba a abajo como si me viera por primera vez.
-Parece humana -miró al militar, el que parecía el jefe del grupo. Después volvió a mirarme a mí-. Pero nunca se sabe, puede ser una nueva treta de esos desgraciados.
-Si es uno de ellos, están consiguiendo parecerse mucho a nosotros -el joven, donde todavía colgaban los auriculares y me golpearon la cara al agacharse a mi lado. Me miró fijamente, como si estuviera buscando algo que no debería estar ahí-. Ya ni siquiera los ojos los delatan.
Acercó una mano a mi cara e institivamente me eché hacia atrás, algo que hizo que el del pelo rubio, que parecía ser su hermano, bajó la mano hacía el cuchillo que tenía en la funda del tobillo por encima de la bota militar.
Yo relajé los hombros en vista de que podrían echárseme encima si hacia cualquier gesto demasiado brusco para su gusto. Por lo que dejé que eljoven rozara mi cara con el dorso de la mano mientras las venas del cuello se me marcaba por la tensión, al igual que me esforzaba por mantener las manos cerradas en puños para evitar pegarle.
Sonrió, algo que hizo, que, inexplicablemente, me relajase y le dejase hacer.
Pasó la mano por toda mi cara y me abrió los ojos y la boca varias veces para asegurarse de que todo estaba en su sitio y de que no había nada demasiado extraño como para delatar a un invasor.
- ¿Cómo te llamas? -Hizo un alto y me miró, sentándose a mi lado bajo la mirada vigilante de los otros tres. Al no responderle, adelantó la mano y añadió-. Mi nombre es Reige, ¿y el tuyo?
Tragué saliva.
-Scarlett.
No hay comentarios:
Publicar un comentario