-Puede que sea un invasor o no, pero si me vais a matar, hacerlo ya -no pude aguantarme al ver como me miraban. Podía parecer que me comportaba como un cervatillo acorralado por una manada de leones, pero yo también había huido para evitar que me atraparan los invasores, y ahora que formaba parte de sus experimentos, no sabía si los humanos a los que pertenecía me verían como un monstruo o como alguien que ha tenido la mala suerte de ser atrapada.
Se echaron hacía atrás y abrieron muchos los ojos, sobretodo la mujer y el militar, que se miraron. El segundo se llevó la mano a la cintura y sacó un walkie-talkie. Se alejó un par de metros de nosotros y empezó a hablar con el que estaba al otro lado de la línea.
El de los ojos grises todavía seguía a mí lado, con la mano alzada para tocar mi cara congelada en el aire. Sin venir a cuento, se dejó caer en el suelo lleno de pinocha del bosque y sonrió.
-Vaya, si habla y todo.
Fruncí el ceño y lo miré. Claro que hablaba. Que hiciera después de haberles dicho mi nombre y dejarme revisar como si fuera cualquiera. No tenía nada que temer de ellos, a pesar de que tuvieran armas y me superasen en número. Estaba casi segura de que podría con ellos y los dejaría el tiempo suficiente fuera de combate como para hacerme cargo de la situación y que los papeles se intercambiasen.
El de los ojos grises, o Reige, como había dicho que se llamaba, sonrió de nuevo mirando a la chica y al líder del grupo.
-Estoy seguro de que es humana -apoyó un brazo en la pierna y me miró-. Si no, no habrías contestado así, eso te lo puedo asegurar.
Le miré fijamente, ¿quién se creía para hablarme así? Ni siquiera cuando los humanos sobrábamos y pululábamos por ahí, dejaba que nadie me llamara de esa manera. Fruncí el ceño y entrecerré los ojos. Ese era una de las señales que había a entender después de la invasión, nunca trates de llevarte bien con alguien que miraba como yo en ese momento.
El chico pareció pillar la indirecta, porque se echó hacia atrás y dejó caer las manos a ambos lados. Dejando a mi alcance el cuchillo de caza que tenía metido dentro de la bota derecha. Bajé la mirada solo un segundo, pero bastó para que el rubio me viese y se agachara al lado de Reige, poniéndole a este una mano en el hombro para llamar su atención. Reige enseguida le miró y comprendió. Movió la pierna derecha y la dejó fuera de mi alcance, cruzándolas y agarrándose los tobillos con las manos.
-Hammond, que tal si la llevamos al campamento -la mujer se acercó, alejándose del otro, que todavía seguía hablando enfurecido con el que estaba al otro lado de la línea-. Al menos allí podremos interrogarla con mejores medios y no en medio de la selva.
El rubio, que todavía agarraba el hombro de Reige, giró la cabeza, por lo que él sería Hammond. Intenté recordar los nombres de los que había dicho entre ellos. El de los ojos grises y pelo castaño revuelto y corto se llamba Reige, un nombre que no había escuchado nunca, por lo que debería ser típico de Estados Unidos, ya que, mientras estaba en Europa, antes de la Invasión ocho años atrás, no lo había escuchado antes. El otro, Hammond, el tío del pelo rubio ceniza y barba de tres días junto a la chaqueta de caza. Datos que eran importante recordar.
Me giré, intentando acomodarme mientras recordaba el viejo continente a la vez que miraba a mi alrededor. La mujer estaba a unos diez metros de mí, al igual que de sus dos compañeros. El otro, el militar de pelo rapado, con una barba incipiente y los vaqueros claros y el suéter oscuro, seguía hablando por el walkie-talkie, aunque ahora lo hacía más tranquilo y de manera lenta, como si estuviese repitiendo por tercera vez algo y quisiera asegurarse de que lo entendían.
La mujer, para mi sorpresa, se acercó. Me miró de arriba a abajo, se agachó y me extendió una mano abierta. Sino hubiese sido imposible, hubiese pensado que estaba sonriendo.
-Me llamo Leire. Es un placer -cerré y abrí los ojos, confundida ¿un placer? Dudé antes de levantar mi mano y estrechar la que me ofrecía-. Hace mucho tiempo que no veíamos a otro humano libre como tú.
Por un momento, intenté no reírme, ¿humana libre? Si supieran de dónde me había escapado no pensaría eso, de eso estoy segura. No puede evitarlo mucho tiempo, pues, al mismo tiempo que me estrechaba la mano, tiró de mí y me levantó.
-Igualmente -fue lo único que pude responderle.
Reige y Hammond se quedaron mirándola, mientras que el otro se guardaba el walkie-talkie en un bolsillo y se acercaba. Leire todavía agarraba mi mano, no sé si fue eso lo que le puso sobre aviso.
- ¿Qué haces? -Preguntó, severo. Ahora estaba claro quien era el que mandaba entre los cinco.
Leire lo miró desafiante.
-Es humana, nos la llevamos al campamento -lo desafió con la mirada y me atrajo hacia a ella, pasándome un brazo por los hombros y estrechándome como si fuéramos viejas amigas.
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