viernes, 18 de octubre de 2013

6. Cuerpo salvaje. Parte 2.

A la mañana siguiente, Reige ya confió lo suficiente en sí mismo como para poder caminar él solito durante el resto del camino que nos llevaría hasta el hospital.
Unas cuatro horas después del amanecer, por fin llegamos a la carretera donde puse en marcha mi huida. De eso hace ya cuatro días.
Cuatro días fuera del hospital y lo único que he tenido para mí ha sido una noche a solas en la que estaba demasiado cansada como para poner en orden mis pensamientos y prioridades.
Al llegar a la carretera, Reige se paró, miró a ambos lados de la carretera, como esperando a que, de la nada, apareciese un coche que nos viniese a buscar. Me planté a su lado, pensando todavía en cómo haremos para poder colarnos en el hospital sin que nos pillen, coger el material médico que necesitemos para poder curarle la herida de bala y después, poder llegar hasta 14 -todavía me cuesta pensar en el como Kellan- y Matthew. Y de ser posible, llevárnoslos con nosotros de vuelta al bosque.
Salvo por el pequeño detalle de no saber que vamos a hacer después de todo esto, el plan está en marcha y parece que Reige está conmigo al cien por cien. De lo contrario no me habría ayudado a escapar, ¿no? O al menos eso es lo que me gusta pensar. En este mundo tan desprovisto de humanidad ya me cuesta confiar en nadie, a pesar de que tenga la prueba justo delante.
- ¿Hacia dónde? -Reige me estaba mirando fijamente, esperando mi respuesta. Debía de estar divagando sin prestarle atención, se le ansioso.
- ¿Perdón? -Se que me había perdido parte de la conversación pero no quiero que él también lo sepa.
Sin embargo, se limitó a sonreír.
- ¿Hacia dónde vamos para llegar al hospital? -Repitió con una sonrisa.
-Por ahí -señalé hacia la derecha de la carretera, de vuelta a la civilización.
Estaríamos en un par de horas en la puerta del hospital si tuviéramos un vehículo disponible, pero lo habíamos tenido que dejar atrás para despistar a la resistencia. Además, nos sería poco útil que el cuerpo de seguridad del hospital nos viera si lo que pretendíamos era que nuestra entrada fuese lo más silenciosa posible.
Empezamos a bajar por la carretera en dirección al sur. Puede que si íbamos a buen ritmo, llegásemos antes del anochecer, pero tampoco quería adelantarme.
- ¿A qué te dedicabas antes de la invasión? -Reige habló de repente, tomándome por sorpresa.
- Tenía dieciséis años cuando empezó la Invasión, Reige -respondí-. No creo que me dedicase a nada en ese momento.
-Vale, fallo mío -suspiró-. Corrijo, ¿Qué estabas haciendo?
-Estaba de vacaciones con mi familia en la casa del lago. -Terminé por decir. No me gustaba contar mi vida a nadie ya antes de la Invasión, ahora menos. Pero, por lo visto, iba a pasar mucho tiempo con Reige, ninguno de los dos sobreviviría ahora mismo mucho tiempo sin el otro. Él estaba herido, y yo no tenía que limitarme a esconderme de los invasores, sino huir, ya que era una de sus grandes experimentos, además de añadir ahora a la resistencia a la ecuación- Estaba enfadada con mi padre por obligarme a ir, ya que me habían invitado a ir a esquiar a los pirineos españoles. Pero tuve que ir con ellos.
-Fue ahí donde os pilló la invasión, ¿no? -Reige se había acercado a mí según iba contando, a pesar de que lo que había dicho no tenía nada de interesante.
-Sí, fue allí -suspiré-. Mi hermano mayor y yo nos estábamos dando un baño en el lago mientras mi padre preparaba la comida. De repente, empezamos a escuchar como el aire empezó a vibrar y empezaron a caer las naves a toda velocidad, por todas partes.
>>Ayudé a mi hermano a salir del agua mientras mi padre nos gritaba que no, que nos escondiésemos debajo del muelle del embarcadero, donde estaríamos a salvo si algo venía por tierra, claro que también habrían podido venir por el agua.
Arrastré a mi hermano de vuelta al agua y nos escondimos debajo del muelle, no pasaron ni cinco minutos cuando nuestro padre llegó a donde estábamos nosotros y nos dio las llaves de su furgoneta.
No entendí lo que significaba ese gesto hasta que llegamos a la furgoneta y pude ver por el retrovisor como mi padre se pegaba un tiro después de que los invasores lo rodearan.
Tomé aire. Nunca había contado esto a nadie y que el primero fuese prácticamente un desconocido parecía haber ayudado a ello.
Me giré a ver la reacción de Reige. Su boca, abierta, era lo que me esperaba.

miércoles, 16 de octubre de 2013

6. Cuerpo salvaje. Parte 1

A Reige no le hizo mucha gracia mi comentario.
-Ni de coña -se limitó a repetir, una y otra vez-. Lo paso bastante mal cada vez que tengo que infiltrarme en ese maldito hospital como para ahora pedirle que me curen la herida y dejar que me atrapen.
Negué con la cabeza.
-Nadie ha dicho que nos vayamos a entregar.
Hizo una mueca de dolor cuando por fin terminé de limpiarle la herida. Esta vez, saqué una camisa de repuesto de la maleta (aunque más bien se parece a la mochila de un montañero) y conseguí utilizarla a modo de vende, enrollando el cuello de Reige con ella.
-Asumámoslo, no vamos a poder infiltrarnos en ese hospital el tiempo suficiente como para poder coger todo lo que necesitamos, coserme la herida y salir.
-Tu ya has entrado, varias veces, y has conseguido volver a salir -se le escapó un gruñido cuando tiré para asegurar bien el vendaje, ya oscureciéndose por culpa de la sangre.
Reige negó con la cabeza.
-Me infiltraba a través del sistema de ventilación hasta llegar a la habitación de nuestro contacto dentro del hospital, no para pasear por el toda la planta -terminado ya el vendaje, se recostó en su saco de dormir, dejándome un poco de lado, por lo que yo también tuve que echarme para seguir con la conversación.
- ¿Quién es vuestro contacto en el hospital? -Apoyé la cabeza en el brazo y luchando contra el cansancio para poder escuchar su respuesta.
-Se llama Kellan -fruncí el ceño. Yo no conocía nadie con ese nombre, pero estaba claro que debía ser 14, ojala hubiese prestado más atención en ese juego para descubrir nuestros nombres, así podría estar segura de que era a él a quien se refería. Reige se dio cuenta de mi ceño fruncido y de lo que eso significaba-. Es un amigo tuyo. Pelo castaño claro, con ojos grises -al ver que seguía intentando imaginarlo, suspiró-. Tiene la cicatriz de una cuerda alrededor del cuello.
Resoplé, Joder, era 14, de verdad era 14.
-No sabía que se llamaba Kellan -esta vez le tocó a Reige fruncir el ceño, como él mismo había dicho, 14, es decir, Kellan, era mi amigo durante mi estancia de cinco años en el hospital-. Allí solo nos conocíamos por nuestro orden de llegada al hospital después de la Invasión. -Tomé aire. No había pensado en lo difícil que sería contar esto llegado el momento, pero no podía parar ahora-. Yo, por ejemplo, soy el experimento 26, porque llegué mucho después de Kellan, que es el experimento 14. En realidad, esos números nos los asignaban los Invasores al llegar al hospital.
Paré, lo próximo era demasiado personal, a pesar de que Reige pudiese verlo como una tontería. Pero para mi sorpresa, lo adivinó el solito.
-Así que vuestros nombres eran lo único que os quedaba que fuese realmente vuestro, ¿eh? -Se pasó la mano por mi camiseta, que ahora cubría su cuello y se aguantó un gesto de dolor.
Asentí con la cabeza. El recuerdo era todavía demasiado reciente.
-Kellan se inventó un juego para descubrir nuestros nombres, pero solo descubrimos el de Matthew, el otro chico con el que nos llevábamos bien -me soné la nariz. Pensar en Matthew, al que había dejado solo en ese hospital me partía el alma. Pero si íbamos, tal vez podría llevarlo con nosotros, eso me dio una chispa de esperanzas.
-Matthew es el chico mudo que comparte la habitación con Kellan, ¿verdad? -Tardé un rato en contestar, perdida en mis pensamientos, pero para cuando fui a abrir la boca, Reige ya se había quedado dormido, apoyando en un brazo y vuelto hacia mí, como si quisiera seguir escuchándome a pesar de estar inconsciente.
Cerré la boca para meterme yo también en mi saco de dormir y sentir como la lana era tan suave que no veía el momento en quedarme dormida.
Cerré los ojos, esperando que el día siguiente nos preparase algo mejor que hoy y viendo como una de las estrellas que se encontraban a kilómetros por encima de nuestras cabezas, me guiñaba un ojo a modo de buenas noches.

viernes, 21 de junio de 2013

5. Corazón acelerado. Parte 5.

Enseguida se formó un revuelo enorme en el campamento.
Giré con brusquedad el volante y puse la primera marcha. Casi como por telepatía, el todoterreno reaccionó y salimos disparados mientras el resto de los humanos no sabía que pasaba y gritaban yendo de un lado para otro.
Pude ver por retrovisor que Hammond y Sean salían a toda prisa de la tienda de campaña grande y nos miraban atónitos. Sean gritó algo y tiró la automática que tenía en las manos mientras le gritaba a Leire y nos señalaba mientras nos hacíamos cada vez más pequeños en la distancia. Leire fue la única que reaccionó con rapidez. Fue corriendo hasta uno de sus compañeros, le arrebató la escopeta y nos apuntó, al segundo siguiente estaba disparándonos y la bala impactó contra la luna trasera del coche, haciendo que Reige y yo nos sobresaltásemos dentro del coche.
Aceleré el todoterreno aun cuando el terreno escarpado que nos esperaba nos lo impedía, pero tenía que poner la máxima distancia posible entre Leire y su escopeta y el todoterreno.
Giré con brusquedad con la esperanza de que eso despistase a Leire de donde apuntar. Reige se estampó contra la ventanilla emitiendo un gruñido de dolor mientras yo luché contra el soltar el volante por la inercia del movimiento.
Giré de nuevo en dirección contraria al ver como seguía nuestra estela. Al girar tan bruscamente levanté una nube de polvo que la despistó durante un segundo, el suficiente como para acelerar y terminar de perdernos entre la maleza.
Escuché el crujido y el grito de dolor demasiado tarde y no supe reaccionar. Solo pude escuchar el disparo una milésima de segundo antes
Me giré para vez como Reige se agarraba el cuello y apretaba con fuerza mientras que su mano se manchaba de sangre al igual que su ropa, que se iba volviendo de un rojo oscuro demasiado rápido.
-Joder, Reige -le puse mi mano contra su cuello, apretando y consiguiendo solo que mi mano también se manchase de sangre.
-Sigue conduciendo -gruñó mientras se quitaba la deshacía de su camisa de cuadros, me apartó la mano y utilizaba la tela para intentar parar el torrente de sangre.
Yo asentí y clavé los ojos en la carretera, sintiendo la adrenalina recorrer mi cuerpo como nunca antes. Miré por el espejo retrovisor el humo que habíamos levantado en nuestra huida, agudicé el oído por si en el campamento utilizaban otros vehículos para iniciar nuestra persecuciones. Pero no fue así.
-Este es nuestro único vehículo a punto -a pesar de ser gris y negra, la camisa de cuadros de Reige era ahora aún mas oscura por culpa de la sangre que la empañaba-. Tardaran como dos horas en poder preparar un equipo de búsqueda, pero no saldrán hasta mañana por la mañana.
Fruncí el ceño y lo miré al mismo tiempo que daba un volantazo para evitar un árbol.
- ¿Cómo sabes eso?
Reige se limitó a sonreír y a señalizar por su ventana.
El sol se estaba ocultando.
Asentí con la cabeza y apreté el acelerador, provocando que el coche rugiera y nos pegara al asiento con su nueva fuerza.

Al par de horas de camino, Reige y yo decidimos que ya estábamos lo suficientemente del campamento como parar y seguir a pie. Así, las posibilidades de que nos encontrasen se reducirían bastante.
Cuando la noche es tan cerrada que no vemos a un palmo de nuestras narices, paramos bajo una arboleda que nos dará cobijo y protección durante el resto de la noche.
-Déjame que te vea eso -después de conseguir encender un fuego e improvisar con nuestros sacos de dormir, estiré el mío al lado de Reige. Le aparté la camisa de la herida y vi que, a pesar de que la bala solo le había rozado, tenía muy mala pinta.
-No me ha gustado nada la cara que has puesto.
Me mojé los labios para no responderle, pero eso solo le puso más nervioso.
-Si no te lo curamos como es debido, cogerás una buena infección -cogí una botella de agua de su mochila y vertí casi la mitad en la herida, parando en cada chorro para conseguir limpiarle el cuello con lo que se podía aprovechar de su camisa.
-Ya me dirás donde conseguiremos material médico aquí.
No puedo evitar sonreír.
-Yo conozco un buen hospital.

viernes, 14 de junio de 2013

5. Corazón acelerado. Parte 4.

-Oye si te crees lo suficientemente buena como para sobrevivir ahí fuera, pues adelante -señaló con desdén el bosque nos rodeaba a nosotros y a la tienda-. Pero lo hago porque sé que no eres como aparentas, o al menos intentas aparentarlo.
-Aquí no hay sitio para mí -me levanté.
-Eso es lo que piensan todos hasta que se acostumbran -por sus ojos pasó una nube, tan fugaz que casi ni la noté-. Eso fue lo que dije yo cuando era el nuevo.
Intenté no reírme, pero en su lugar, una carcajada ronca me rompió la voz.
-Reige, por favor -puse las manos en la cadera y cambié el peso de un pie a otro-. Eres el típico tío que le cae bien a todo el mundo sin tener que proponérselo.
Eso le saco una media sonrisa, pero aún seguía suetándose las costillas y eso empezaba a molestarme.
-De acuerdo, te acompañaré -se apoyó con todas sus fuerzas para poder levantarse y se dirigió hacia el saco de dormir, el cual dobló rápidamente por la experiencia, cogió un par de bultos más y los metió dentro de una mochila de camuflaje.
-Ni de coña -meneé la cabeza y empecé a caminar de nuevo hacia la salida de la tienda justo en el momento en el que dos soldados, ambas mujeres, pasaban por delante a toda velocidad.
Tragué saliva y di un par de pasos hacia atrás, lo que provocó la risa de Reige. Me giré y lo vi atándose los cordones de unas botas de montaña. Meneó la cabeza y me miró.
-No sobrevivirás tu sola, admítelo -se sentó mientras peleaba con la otra bota para poder atársela.
-He sobrevivido dos días antes de encontrarme con vosotros -sentencié. Llevaba mucho tiempo sin la adrenalina de la supervivencia. Quería, deseaba con todas mis fuerzas, correr en un campo libre, sentir el viento en la cara, encontrar nieve y enterrarme en ella hasta desaparecer.
-Por eso mismo -había terminado de arreglarse y se colocó a mi lado con la mochila colgada del hombro-. Habías sobrevivido sola hasta que te encontraste con nosotros -me tendió una pequeña vaina de cuero ennegrecido con un mango negro que sobresalía, su cuchillo de caza. Negué con la cabeza-. No te lo vas a quedar, es solo para que crean que ha sido mi culpa si nos cogen y no te fusilen.
Cogí el cuchillo y lo saqué de la funda. La hoja estaba desgastada, pero afilada, la punta esta rota por la parte superior, algo que la hacía frágil, pero mortífera si se rompía dentro de la herida de alguien o algo.
Me pasé la lengua por los labios y miré a Reige a los ojos. Pestañeé un par de veces antes de que las palabras consiguieran salir.
- ¿Por qué me ayudas? -Devolví el cuchillo a su sitio.
-No lo sé -negó con la cabeza y se llevó una mano al pelo, donde lo enterró y lo dejó un par de segundos antes de dejarlo caer-. Solo sé que cada vez que te miró por fin tengo esperanzas.
No pude evitar reírme.
- ¿Esperanza? Eso fue lo primero que perdí cuando vi como me arrebataban a mi familia, mi vida, todo lo que conocía y todo lo que me quedaba por conocer -una vez más, empecé a caminar hacia la salida, esta vez seguida por Reige, quien tomó la delantera, para levantar menos sospechas, supuse.
-Pero eso te ha hecho más fuerte -habló cuando creía que ya no lo haría,
Nos estábamos dirigiendo hacia el todoterreno. El todoterreno de mi padre. No había aguantada ni una hora en el campamento. Pero lo que le había dicho a Reige era cierto. No aguantaba este lugar y no aguantaba estar rodeada de humanos, no después de los casi cinco años que había pasado en el hospital con todos esos invasores disfrazados con carne humana.
-Toma -me dio la llave del todoterreno y vigiló que nadie se fijara en nosotros mientras yo abría la puerta del conductor.
Cuando estuve sentada en el volante, a punto de encender el motor, tuve la idea de dejarlo, de no avisarle y largarme, así no le pasaría nada si nos capturaban. No pude, esto de ser humana en compañía de otros humanos no podía ser bueno, pero era lo que era. Y ansíaba compañía de mi propia especie después de tanto tiempo.
Hice rugir el motor para que Reige me mirase y tras una leve sonrisa se subió al asiento del copiloto. Metí marcha atrás y salí del campamento a máxima velocidad.

viernes, 7 de junio de 2013

5. Corazón acelerado. Parte 3.

- ¿Cómo? -Reige casi saltó de la mesa para llegar hasta donde estaba y se inclinó para quedar a mi misma altura.
-Me largo -sentencié-. Aqui no hay nada que me detenga.
Pestañeé rápidamente, que Reige estuviese de pronto tan cerca no me hacía ningún bien. Ahora podía ver que tenía el pelo teñido, seguramente por motivos de pasar desapercibido y las raíces rubias de su pelo natural empezaba a clarear el resto, de un color chocolate. A eso tenia que añadir una barba incipiente que le daba un aspecto un poco mayor. Sus ojos claros me miraban fijamente, me había quedado mirándolo embobada.
-Somos humanos, nos necesitamos los unos a otros -habló él, al tiempo que se sentaba y cruzaba los pies, aún demasiado cerca.
-Yo no -sacudí la cabeza y me eché hacia atrás, algo que fue mala idea, ya que choqué contra la lona e hice que se moviera la tienda entera.
- ¿Cómo que tu no? -Reige frunció el ceño- Tu también eres humana. no niegues lo único que te diferencia de esos bicharracos ahora...
-REIGE -grité con todas mis fuerzas, haciendo que se callase.
Lo miré, impasible. No podía creerme que lo hubiese hecho. Bajó la cabeza y se pasó una mano por el pelo.
-Yo ya no soy humana, al menos por completo -levantó la cabeza y me -miró fijamente-. No sé lo que me hicieron mientras estaba herida, pero me siento diferente. Seguro que Hammond lo sabe gracias a 14.
Reige volvió a fruncir el ceño. Parecía no saber de lo que le estaba hablando, por lo que había supuesto bien en que Hammond no le había contado a nadie sus entradas nocturnas al hospital.
-Experimentaban con nosotros, Reige -hice una pausa para respira. Era una idiota por estar contándole todo esto. Pero necesitaba saber a qué se enfrentaba, todo parecía demasiado bonito en este campamento para ser verdad y eso me olía muy mal, pero Reige no parecía estar involucrado en ello-. Experimentaban con nosotros, con todos nosotros y cuando uno de nosotros moría se llevaban su cuerpo y lo abrían para descubrir el por qué de su muerte. Cuando lo descubrían, modificaban el tratamiento y seguía con el siguiente número.
Tras eso, Reige se dio un par de palmadas en el muslo y se levantó, dirigiéndose a la mesa, donde se apoyó y me miró.
- ¿Cómo sabes todo eso? ¿Cómo sabes lo que hacían con los muertos si tu estás viva? -me señaló con un gesto de la mano y sentí como un puño estrujándome el estómago.
-Porque un amigo mío se quedo mudo por culpa de esos experimentos -me llevé las manos a la cabeza, donde me di cuenta los nudos que se me habían hecho en el pelo por culpa de la persecución en el bosque.
-Lo siento -fue lo único que digo.
Me levanté de la cama y abrí mi maleta. Me quité la camisa de un tirón y me la cambié por un suéter térmico gris. Saqué la foto de 14 de mi bolsillo y la observé durante un rato. Sabía que el chico era 21, pero la chica, es decir, Leire (todavía me resultaba raro pesar en ella como la hermana de Matthew) también estaba ahí, sonriendo a la cámara y eso era algo que no comprendía. ¿Por qué me había dado 14 esta foto?
Pude guardar la foto a tiempo en uno de los múltiples bolsillos de los pantalones antes de que Reige se asomara por detrás de mi hombro, mirando el interior de mi maleta.
- ¿Sólo eso? -Señaló la camisa que acababa de doblada dentro, junto a otros dos de color oscuros y un par de suéteres, junto a la cazadora de mi padre. Un par de pantalones vaqueros de repuesto, un cuchillo militar y otro de caza y una Colt antigua sin balas, la cual cogió.
-No necesito nada más -le cogí la Colt de las manos con un gesto rápido, la devolví a su rincón de la maleta y cerré esta de un tirón.
-Necesitarás mas que una Colt vacía para matarlos, lo sabes, ¿verdad? -me levanté y empecé a dirigirme hacia la entrada de la tienda, obviamente, no lo conseguí. Reige me había cogido de la muñeca y no me dejaba seguir.
-Suéltame, aquí no hay nada que me retenga -tiré de él, pero lo único que conseguí fue que él se moviera conmigo.
-No -negó con la cabeza para darle más enfásis a su palabra-. No irás tu sola, no puedo permitirlo.
Giré sobre mi misma y lo fulminé con la mirada.
-No vas a venir conmigo y es un no rotundo -sentencié antes de que pudiera abrir la boca, di un tirón con fuerza y me solté.
Cuando ya iba a salir al exterior, unos brazos me rodearon y me hicieron volver al interior de la tienda, cayendo al suelo.
Caímos al suelo como unos idiotas, pero lo que más me cabreó fue que Reige se negara a soltarme incluso después del gemido de dolor al caer.
-Si te vas a escapar al menos ten la decencia de salir cuando nadie te vea -me soltó al fin y se tocó una de las costillas, puede que una vieja herida o una nueva que se le acababa de abrir de nuevo.
Yo me quedé sentada frente a él, con un brazo apoyado en la rodilla y mirándole fijamente. ¿Por qué me ayudaba? Puede que antes fuese un comportamiento normal entre los humanos, pero hacía seis años que no veía ninguno sin contar a los infectados y a los experimentos del hospital. ¿Por qué, de pronto, me encontraba con uno que quería ayudarme por encima de todo?
- ¿Por qué lo haces? -Fue lo único que pude preguntarle.

viernes, 31 de mayo de 2013

5. Corazón acelerado. Parte 2.

Hammond, Sean y Leire se me quedaron mirando fijamente, sin atreverse a mover un músculo.
- ¿Cómo? -Sean se adelantó el primero, sin creerse lo que había dicho.
Lo miré, tragándome el nudo de la garganta que me ahogaba la voz.
-Experimentaron conmigo, al igual que con todos los humanos que había en el hospital -tenía ganas de salir corriendo de allí. Ellos estaban completamente armados y yo, con nada. Solo una maleta y la foto que me había dado 14 me acompañaban.
- ¿Hay más humanos? -Reige se adelantó junto a Sean. Ya no había nadie que evitase que los de fuera entrasen en la caseta.
-Sabes muy bien donde, Reige -se enfureció Hammond, mirándolo con furia-. Y también sabes que no pienso arriesgarme a ir allí. Nuestro contacto dentro dice que todavía no es el momento.
Me giré hacia él. Comprendí de pronto una cosa.
-Tú eres el que hablaba con 14 hace tres días -intentó ocultarlo, pero yo sabía que lo había pillado-. Joder, ¿por qué no me lo habías dicho? -grité sin dirigirme a nadie.
- ¿De quién estás hablando? -Hammond hizo su voz más grave, como si quisiera echarle la bronca  a un niño pequeño.
-Tú eres el tío con el que habló 14 el día que me fui del hospital -lo fulminé con la mirada, completamente cabreada. ¿Se puede saber cómo coño conseguiste salir y entrar sin que te detectarán?
Me giré para enfrentarme con Hammond, ya completamente cabreada y perdiendo los pocos nervios que me quedaban.
En cambio, una mano se posó en mi hombro y lo apretó con suavidad. Me giré con lentitud, solo para encontrarme con la cara relajada de Reige, mirándome como si me entendiera pero no quisiera que me enfretase con su jefe.
-Él no es el contacto, sino yo -bajó la mano de mi hombro y se la llevó a la culata de la pistola que llevaba en el cinto.
Me lo quedé mirando un par de segundos. Había algo que no encajaba y yo no era capaz de dar con qué. Hacía mucho tiempo que algo así no me mantenía pegada al suelo.
Reige me aguantó la mirada. Paciencia y fuerza era lo que demostraba su figura relajada, algo de lo que yo carecía en ese momento. Por mi mente pasaron miles de planes de huida. Sí, huir de ese campamento de humanos, donde, de un momento a otro, ya no me sentiría como en casa. Llevaba demasiado tiempo huyendo, demasiado tiempo rodeado de impostores con máscaras humanas como para sentirme a gusto aquí.
Esperaba que Hammond no hubiese advertido las emociones que cruzaban mi cabeza a través de mi cara, pero me miraba fijamente y eso no conseguía calmarme.
De nuevo, Reige fue el único en darse cuenta (o el único lo suficientemente estúpido como para intervenir) de la tensión que llenaba el aire. En un par de pasos, me había sujetado por el codo y me arrastraba hacia el exterior de la tienda.
Llegué a escuchar los murmullos apagados de Sean, Leire y Hammond cuando salímos de la tienda.
Reige me llevó hasta otra tienda algo más alejada de las demás, justo en el margen del claro en el que estaba el campamento.
Con otro movimiento del brazo me llevó hasta su interior, donde un saco de dormir bien doblado y una mesa de camping era lo único que habia en el interior. Nada mas entrar, se despojó del fusil de asalto y de la Colt que llevaba prendada en el bolsillo. ¿En serio? Este tío es idiota si cree que no aprovecharé la oportunidad.
-No vuelvas a hacer eso -soltó de pronto.
Fruncí el ceño y lo miré, completamente extrañada.
- ¿Qué quieres decir? -Alcé la vista, donde solo me separaba unos veinte centímetros del techo de la campaña. Para ser un segundo al mando, o al menos eso es lo que había demostrado durante todo el camino, Reige vivía bastante modestamente.
-No vuelvas a enfrentarte a Hammond de ese modo -me dio la espalda, revisando el fusil y quitándole las balas a la Colt. Asentí con la cabeza, yo en su lugar habría hecho lo mismo-. Es un idiota redomado, pero es nuestro líder y no sabes lo que me duele decir esto, pero si no fuera por él, haría mucho tiempo que los invasores nos habrían atrapado.
- ¿Asi que es un genio? -Me senté en el saco de dormir y me sorprendí de lo suave que era al tacto, al bajar la vista descubrí que el interior estaba forrado con lana de oveja.
Reige se apoyóen la mesa e inclinó la cabeza.
-No, no lo es. Pero sabe anteponer a los demás a él mismo cuando se trata de salvarnos -tamborileó con los dedos en la mesa y se sentó en ella.
Asentí con la cabeza. Era el momento de ser sincera. No sabía exactament porqué, pero tenía la corazonada de que podía confiar en él, o tal vez solo fuera uno de esos chicos en los que se confía automáticamente por su carácter.
-Me voy de aquí.

viernes, 24 de mayo de 2013

5. Corazón acelerado. Parte 1.

Aparté la mirada de Leire y miré al frente, donde, como por arte de magia, había aparecido un campamento.
Un campamento de humanos.
No había más de una veintena. Pero eran humanos, todos y cada uno de ellos.
No pude evitar mirarlo todo como si fuera una idiota. Hasta que Reige golpeó con los nudillos mi puerta y la abría con delicadeza y un brillo especial en los ojos.
-Bienvenida -sonrió.
Me bajé del coche y salté. Todo a mí alrededor se desarrollaba como un maravilloso sueño. No podía creerme que, después de ocho años, pudiese ver a tantos como yo juntos.
Seguíamos siendo pocos, pero ver a más de un par de humanos a la vez hacía que mi corazón se acelerase.
No pude evitar sonreír.
Hammond y Leire entraron en mi campo de visión mientras Sean me indicaba con un gesto de cabeza que les siguiera. Mientras, él y Reige cerraban la marcha cubriéndome las espaldas, o tal vez para asegurarse de que no intentaba hacer nada estúpido.
Había unas pocas tiendas de campaña que a lo sumo podrían albergar cinco personas cada uno. Exceptuando esas tiendas grandes que siempre has visto en las películas de fin del mundo. Donde el comandante de la revolución tramaba todos los planes para acabar con los invasores.
nos dirigimos directamente hacia esa enorme tienda de campaña de color oscuro y nos metimos dentro bajo la atenta mirada del resto de humanos del campamento.
Reige se encargó de cerrar la lona cuando entramos en la tienda, quedándose ahí para evitar que nadie entrara. De repente, su rostro se volvió serio.
Sean se sentó en unas pequeñas sillas de lona junto a Leire, dejando a Hammond solo tras un escritorio improvisado sobre el que había extendidos mapas de la zona con todo lujo de detalles.
Éste me miró y me hizo un gesto con la cabeza para que me colocase a su lado. Al acercarme, señaló con un dedo un punto dentro de la gran mancha verde que había entre el estado de Washington y la frontera con Canadá. Al fijarme, vi que casi estaba en Canadá.
¿Cómo era eso posible? Cuando consiguieron capturarme los invasores, yo estaba en Alabama, justo al otro lado del continente. Y también había estado consciente durante todo el trayecto de traslado. No tardamos más de un par de horas en llegar al hospital ¿Cómo lo habían hecho?
Fruncí el ceño y pestañeé un par de veces antes de que Hammond se decidiese a hablar.
-Estamos aquí -tocó el punto donde Estados Unidos se separaba del mar, cerca de la Columbia Británica-. En la frontera con Canadá. El último kilómetro cuadrado que nos quedaba por registrar en busca de supervivientes. Sé que te ha ido bastante bien en estos últimos ocho años, pero, tengo que preguntarlo. ¿Cómo lo has conseguido?
Suspiré. Aquí viene lo difícil.
-Pues no lo conseguí -los ojos oscuros de Hammond se clavaron en mí.
- ¿Qué quieres decir? -Su voz parecía a punto de romperse.
-Pues que me capturaron -escuché el clic de un seguro al quitarse-. Fue tres años después de la invasión. Consiguieron acorralarme y reducirme. Eso sucedió en Alabama.
Me encogí de hombros, quitándole importancia. Si descubrían lo que me habían hecho durante estos cinco años en los que había estado encerrado, podía darme por muerta.
- ¿Y? -Preguntó Reige desde la entrada.
Sacudí la cabeza y suspiré.
-Me arrastraron hasta aquí amordazada y he estado estos cinco años en un hospital a unos cien kilómetros de aquí -terminé por decir. Prefería que supiera algo de la verdad y no investigaran más sobre mi pasado acompañada de los invasores.
Por el rabillo del ojo pude ver como a Hammond se le levantaba una ceja a causa de un tic nervioso.
- ¿Qué pasó en ese hospital? -Terminó por preguntar.
-Lo suficiente como para que haya escapado.
Leire se acercó a la mesa y apoyó las manos en ella.
- ¿Qué más? -Sus ojos se clavaron en los míos.
-Las primeras semanas me torturaron y dieron palizas para que hablase -todo eso era verdad. Todavía era capaz de recordar esas palizas mortales que me daban los de seguridad-. Me preguntaban por el paradero por cualquier otro humano o si yo iba sola -sacudí la cabeza y fijé la mirada en el mapa de Washington.
No pareció suficiente para Leire.
- ¿Y ya está? -Se adelantó, quizás para llamar mi atención.
Negué con la cabeza, pero no hablé.
Hammond se acercó a mí. Tal vez para intentar intimidarme con su presencia.
-Espero que no haya nada importante que nos estés ocultando, Scarlett -la voz de Hammond retumbó en mi oído a causa de la distancia.
-Al ver que no les iba a decir nada... -suspiré con fuerza. No podía. Simplemente, no podía decírselo.
- ¿Qué? -Me instó Hammond.
-Experimentaron conmigo -terminé por decir antes de que la presión acabara conmigo.