viernes, 24 de mayo de 2013

5. Corazón acelerado. Parte 1.

Aparté la mirada de Leire y miré al frente, donde, como por arte de magia, había aparecido un campamento.
Un campamento de humanos.
No había más de una veintena. Pero eran humanos, todos y cada uno de ellos.
No pude evitar mirarlo todo como si fuera una idiota. Hasta que Reige golpeó con los nudillos mi puerta y la abría con delicadeza y un brillo especial en los ojos.
-Bienvenida -sonrió.
Me bajé del coche y salté. Todo a mí alrededor se desarrollaba como un maravilloso sueño. No podía creerme que, después de ocho años, pudiese ver a tantos como yo juntos.
Seguíamos siendo pocos, pero ver a más de un par de humanos a la vez hacía que mi corazón se acelerase.
No pude evitar sonreír.
Hammond y Leire entraron en mi campo de visión mientras Sean me indicaba con un gesto de cabeza que les siguiera. Mientras, él y Reige cerraban la marcha cubriéndome las espaldas, o tal vez para asegurarse de que no intentaba hacer nada estúpido.
Había unas pocas tiendas de campaña que a lo sumo podrían albergar cinco personas cada uno. Exceptuando esas tiendas grandes que siempre has visto en las películas de fin del mundo. Donde el comandante de la revolución tramaba todos los planes para acabar con los invasores.
nos dirigimos directamente hacia esa enorme tienda de campaña de color oscuro y nos metimos dentro bajo la atenta mirada del resto de humanos del campamento.
Reige se encargó de cerrar la lona cuando entramos en la tienda, quedándose ahí para evitar que nadie entrara. De repente, su rostro se volvió serio.
Sean se sentó en unas pequeñas sillas de lona junto a Leire, dejando a Hammond solo tras un escritorio improvisado sobre el que había extendidos mapas de la zona con todo lujo de detalles.
Éste me miró y me hizo un gesto con la cabeza para que me colocase a su lado. Al acercarme, señaló con un dedo un punto dentro de la gran mancha verde que había entre el estado de Washington y la frontera con Canadá. Al fijarme, vi que casi estaba en Canadá.
¿Cómo era eso posible? Cuando consiguieron capturarme los invasores, yo estaba en Alabama, justo al otro lado del continente. Y también había estado consciente durante todo el trayecto de traslado. No tardamos más de un par de horas en llegar al hospital ¿Cómo lo habían hecho?
Fruncí el ceño y pestañeé un par de veces antes de que Hammond se decidiese a hablar.
-Estamos aquí -tocó el punto donde Estados Unidos se separaba del mar, cerca de la Columbia Británica-. En la frontera con Canadá. El último kilómetro cuadrado que nos quedaba por registrar en busca de supervivientes. Sé que te ha ido bastante bien en estos últimos ocho años, pero, tengo que preguntarlo. ¿Cómo lo has conseguido?
Suspiré. Aquí viene lo difícil.
-Pues no lo conseguí -los ojos oscuros de Hammond se clavaron en mí.
- ¿Qué quieres decir? -Su voz parecía a punto de romperse.
-Pues que me capturaron -escuché el clic de un seguro al quitarse-. Fue tres años después de la invasión. Consiguieron acorralarme y reducirme. Eso sucedió en Alabama.
Me encogí de hombros, quitándole importancia. Si descubrían lo que me habían hecho durante estos cinco años en los que había estado encerrado, podía darme por muerta.
- ¿Y? -Preguntó Reige desde la entrada.
Sacudí la cabeza y suspiré.
-Me arrastraron hasta aquí amordazada y he estado estos cinco años en un hospital a unos cien kilómetros de aquí -terminé por decir. Prefería que supiera algo de la verdad y no investigaran más sobre mi pasado acompañada de los invasores.
Por el rabillo del ojo pude ver como a Hammond se le levantaba una ceja a causa de un tic nervioso.
- ¿Qué pasó en ese hospital? -Terminó por preguntar.
-Lo suficiente como para que haya escapado.
Leire se acercó a la mesa y apoyó las manos en ella.
- ¿Qué más? -Sus ojos se clavaron en los míos.
-Las primeras semanas me torturaron y dieron palizas para que hablase -todo eso era verdad. Todavía era capaz de recordar esas palizas mortales que me daban los de seguridad-. Me preguntaban por el paradero por cualquier otro humano o si yo iba sola -sacudí la cabeza y fijé la mirada en el mapa de Washington.
No pareció suficiente para Leire.
- ¿Y ya está? -Se adelantó, quizás para llamar mi atención.
Negué con la cabeza, pero no hablé.
Hammond se acercó a mí. Tal vez para intentar intimidarme con su presencia.
-Espero que no haya nada importante que nos estés ocultando, Scarlett -la voz de Hammond retumbó en mi oído a causa de la distancia.
-Al ver que no les iba a decir nada... -suspiré con fuerza. No podía. Simplemente, no podía decírselo.
- ¿Qué? -Me instó Hammond.
-Experimentaron conmigo -terminé por decir antes de que la presión acabara conmigo.

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