Sonreí hasta que las mejillas me dolieron, si el plan salía bien, sería libre después de casi cinco años atrapada en ese hospital de mala muerte.
Entrelacé las manos en mi regazo, esperando a que llegase la próxima curva, que a juzgar por el paisaje montañoso en el que nos habíamos internado después de la autopista era el perfecto para poder escapar, parecía casi como si el mismo destino se pusiese de mi lado y me preparase el terreno para empezar mi plan, nunca mejor dicho.
Las curvas en las subidas eran bastante pronunciadas y entre eso y los cristales tintados del todoterreno, tendría el tiempo suficiente para echar a los guardaespaldas del interior del todoterreno y sacar al sedán que iba detrás nuestro de la carretera al frenar bruscamente. Si había suerte, puede incluso que el coche se estrellase contra el quitamiedos o terminase cayendo barranco abajo.
Cerré las manos en un puño, preparándome para poner en práctica todo lo que había estado aprendiendo desde que me había encarcelado en el hospital y me iban haciendo cada vez más fuerte con sus experimentos como si yo fuese un ratón de laboratorio, mejorándome a una versión de vida tan cerca a la suya que hasta me daba asco, pero ahora, su propio experimento se volvería contra ello y me serviría para escapar de una vez por todas.
Noté como mis músculos se tensaban a vislumbrar una curva cerrada unos doscientos metros más adelante, me eché hacia adelante, ahora empezaba la diversión.
Tal como había supuesto, el gorila de mi izquierda, el que llevaba todo el rato sin quitarme el ojo de encima, adelantó un brazo al ver mi intención de intentar echarme hacia adelante, aunque él no sabía que era eso lo que quería que hiciera. En el momento en el que su mano se apoyó en mi hombro y tiró de él hacia atrás, giré sobre mí misma al mismo tiempo que le cogía la mano y se la partía como un palo seco, uff, no esperaba que fuera tan brusco. Al gorila de la derecha no le dio tiempo de reaccionar al ver como agredía a su compañero ya que una patada al mentón lanzada con suficiente fuerza hizo que se desmayara y utilizara el cuerpo de su amigo, todavía buscando una lógica de por qué su mano colgaba inerte del brazo y no podía articular ningún sonido por mucho que lo intentara. Me serví del de la izquierda para volver subir al asiento como antes, cuando intentó saltarme encima y darme con un gancho con la mano sana, utilicé de nuevo su muñeca rota, se la retorcí y ante el aullido mudo de dolor que soltó, le pegué un rodillazo en la cara, después cogiéndole de la cabeza y partiéndole el cuello con un simple movimiento de muñeca.
Salté a la parte delantera del vehículo, donde utilicé la cabeza del conductor para romper el parabrisas y volví a golpear su cabeza contra el volante, donde fallé en cálculos e hice sonar el claxón. Una vez cometido este error, abría la puerta de la parte de atrás y tiré a los dos guardaespaldas.
Lo que no me esperaba es que los que estaban en el sedán de detrás diesen la vuelta a la curva tan rápido, por lo que tuve que tirar al chófer a la parte de atrás del todoterreno y ponerme al volante, donde hundí el pie en el freno.
Los del sedán, por suerte, no pudieron frenar a tiempo y se estrellaron contra mi parachoques trasero. Aguanté el golpe como pude, aunque casi salí por el hueco que había dejado el chófer, intenté ponerme el cinturón lo más rápido que pude, aunque pareciese algo patético dada la situación, podía salvarme la vida ahora que no había nada que evitase que saliese despedida a través del salpicadero.
Giré bruscamente y vi como el chófer del sedán que había chocado contra mí había muerto de un grave traumatismo en la cabeza, el que le acompañaba parecía inconscente, pero no estaba totalmente segura, de hecho,en cuanto respiré un momento para deshacerme del cuerpo del chófer e intentar ponerme de nuevo en marcha, el sedán que había abierto la marcha desde que salimos del hospital había derrapado con peligrosa facilidad, a punto de caerse barranco abajo e iba a toda la velocidad que podía hacía mí.
Metí la primera y empecé a bajar la carretera, cuanto más me alejase de lo que hubiese sido mi destino, más posibilidades tendría de escapar.
Empecé a bajar a toda velocidad, derrapando hasta lo imposible cada vez que había una curva. Los del sedán seguramente pensaría que mi único plan era desaparecer cuanto antes y alejarlos de mi rastro, pero después de haber ideado el plan, había conseguido también una vía de escape alternativa si algo salía mal, aunque ahora mismo también era la mejor opción. Cuando la vislumbré, paré en seco, haciendo que el coche girase bruscamente aunque conseguí recuperar el control en el último momento, en cambio, el sedán siguió chirriando carretera abajo hasta que se terminó parando unos cincuenta metros más abajo, cosa que aproveché para meter otra vez primera e internarme en el bosque que se abría ante mí, si era rápida podía perderlos de vista antes de que consiguiera darse cuenta de que me había escabullido por el hueco que había en el arcén de la carretera.
Cuando entré en la tierra removida por las lluvias recientes y las hojas que recubrían el suelo me di cuenta de que eso hacía que mis pasos sean visibles, por lo que solo me atreví a alejarme unos doscientos metros de la carretera, dejé el coche de cualquier manera y me apeé de él. Me estiré hasta el asiento trasero, cogí mi maleta y salí.
Cuando mis pies tocaronn el suelo no me lo pude creer, eran hojas de verdad y podía respirar el aire puro de
los árboles, donde su vida no ha sido arrebatada por los invasores, a lo
mejor porque todavía no representaba un problema.
Tenía ganas de
tirarme en esa alfombra de hojas que me daban la bienvenida, pero todavía
tenía que correr para ponerme a salvo y solo entonces, cuando los hiciera perder mi pista, sería
libre.
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