Intenté deshacerme suavemente del abrazo de Leire, pero no lo conseguí. Después me di cuenta de que lo único que quería era protegerme de lo podría hacer el rubio.
- ¿Cómo sabes que es humana? -El ceño se le frunció y que tuviese el pelo rapado mostró una cicatriz que le recorría del cuello hasta la sien por detrás de la oreja izquierda.
-Si no fuera así, no nos habría respondido con tanto aplomo. Se habría puesto a lloriquear por su vida y decirnos que no quería hacernos daño, que vienen en son de paz y esas cosas.
Me miró y me apretó la mano en el hombro, contacto con el que me encogí y me gané una mirada extrañada de Hammond y el rubio, que, ahora que me fijaba, casi parecían hermanos.
El último terminó por sacudir la cabeza y asintió poco después, como rindiéndose.
-De acuerdo, Leire. Lo que tú digas -hizo un gesto con la mano y se alejó.
De pronto, otra mano palmeó mi hombro y me encontré con unos ojos grises mirándome fijamente.
-No hagas caso a Sean, no solemos ver a muchos de los nuestros a no ser que estemos en el campamento. Por eso se comporta así.
Otro dato que recopilar. La mujer se llamaba Leire y el otro, el rubio ceniza que parecía ser el líder de los cuatro, Sean. Y habían dicho que había un campamento, con suerte, con más humanos.
Leire agarró una vez más mi hombro y me hizo volverme y caminar. Caminé a su lado los doce kilómetros que había estado huyendo, por lo que, lo que antes había hecho en menos de quince minutos, ahora tardamos casi una hora en cubrirlo. Mientras caminábamos, Sean abría la marcha y el resto estaba pendiente a los flancos, mientras Leire y yo la cerrábamos, vigilando la retaguardia.
Cuando al final llegamos al todoterreno, pude ver que se trataba de un Chevrolet Trax negro como el que había tenido mi padre antes. Eso me puso sobre aviso, algo así no pasaba todos los días, por lo que pasé al lado del parachoques delantero con disimulo, miré la mella que yo le había hecho al huir de Prada después de la Invasión con mi hermano mayor. Eso era imposible.
- ¿Cómo conseguisteis el coche? -Seguí dando la vuelta para no levantar sospechas. Esperaba que no se hubieran dado cuenta de que me había parado al lado de la puerta delante del piloto, donde había rayado las iniciales de mi familia la semana siguiente después que mi padre comprara el coche. Todo encajaba. ¿Cómo lo habían conseguido? ¿Había sido simple casualidad?
-Lo encontramos abandonado en el puerto de California -habló Hammond. El miletar se encogió de hombros y subió a la parte trasera del coche.
- ¿Abandonado? -Fruncí el ceño, confusa. Eso era imposible, los invasores no lo habrían permitido.
Esta vez, Reige se adelantó y me abrió la puerta del copiloto, a lo que no pude evitar volver a fruncir el ceño.
-Sí, estaba abandonado en el puerto como si no valiera. Vale que el depósito estuviese vacío, pero esos cabrones saben poner gasolina -al ver que no subía, dejó la puerta abierta y se subió por el lado del piloto y al ver como el resto de ponía en la parte trasera, no tuve mas remedio que entrar.
El interior de cuero color beige era exactamente igual que como lo reordaba. Pero, ¿si yo lo había dejado en Europa antes de conseguir llegar a Estados Unidos?
Automáticamente, pasé la mano por debajo del asiento adecuarlo a mí, como siempre así antes, aunque ya estuviese más que acomodado. La palanaca hizo un suave clic y un papelio cayó en mi mano, sonreí.
En ese momento escuché el sonido de vacío que hizo el maletero del coche cuando se cerró después de que Leire pusiera mi maleta dentro, había intentado que no me la quitaran, pero si no quería que la inspeccionase y descubriesen todo lo que había dentro, tendría que aguantarme.
Guardé rápidamente la mano con el papelito en el bolsillo del vaquero, donde lo junté a la foto que me había dado 14. La foto. Casi me había olvidado de ella después de la huida a toda prisa de los invasores.
Cogí la foto que me había dado 14 antes de irme del hospital. Intenté cogerla sin que se saliera el otro papel, el que había coseguido recuperar después de casi cinco años. Saqué el cuadrado de papel del bolsillo y lo puse entre mis piernas.
Era una foto, con un niño y una chica posando juntos, en la típica pose de hermanos, tirados en la hierba con un par de gatos a su alrededor enzarzados en una pelea jugetona y un loro gris africano en la cabeza del niño, mirando hacia la cámara como si de verdad supiera posar.
El niño, con el pelo negro tinta y los ojos verdes del niño me recordaba mortalmente a alguien que yo conocía desde hacía mucho tiempo, pero no conseguía recordar a quién. Estaba segura que en el chico que se había convertido ese niño no había cambiado en lo esencial, pero había algo que lo diferenciara.
Entrecerré los ojos y miré mejor. La chica, de pelo largo y oscuro, también me recuerda a alguien, tengo en la punta de la lengua su nombre. Su pose sigue siendo tan agresiva como antes, parece que estaba predestinada a que todo esto pasara y nos encontrásemos. Entonces, cuando subí la vista hacia el retrovisor, donde se reflejaba ahora una mujer con el pelo corto y los ojos oscuros me miraba fijamente.
La chica era Leire y ésta me miraba fijamente, casi como si pudiera leerme el pensamiento. Volví la vista a la foto, donde por fin me había acordado de donde había visto a ese chico antes. 21. Matthew.
Matthew y Leire son hermanos.
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