viernes, 10 de mayo de 2013

4. Piernas en movimiento. Parte 4.

Intenté mantener la calma mientras sentía el peso de la mirada de Leire en mi nuca.
¿Cómo podía ser esto posible? Después de ocho años de la Invasión, todos los humanos han sido eliminados o sus cuerpos habían sido ocupados por alienígenas. Y ahora resulta que he encontrado el todoterreno de mi padre y a la hermana de Matthew en el mismo sitio. Todo esto me estaba empezando a dar mala espina. Para mi forma de ver, nada pasaba por casualidad y si todo esto eran señales de algo más gordo iba a pasar, quería saber por qué.
Miré como quien no quiere la cosa por última vez la foto, donde Matthew y Leire parecía tan felices juntos antes de que todo se torciera y terminase como estábamos ahora.
Una vez más, los ojos verdes oscuros de Leire me miraban fijamente a través del retrovisor delantero. Como si me hubiera leído el pensamiento, miró la mano que guardaba la foto en el bolsillo interior de mi chaqueta. Ella había sido la que había decidido que iría con ellos hasta el campamento, por lo que, gracias a ella, estaba todavía viva. Sin embargo, ahora que sospechaba que podría haber visto el contenido de la foto, temía que no me mirase de la misma manera y que si hubiese cambiado al bando de los que me tenían ojeriza.
Reige, no obstante, parecía que seguía empeñado en que entablase conversación con él. Como si no hubiese sido yo la que estaba en el bosque perdida y alejada de los míos durante tanto tiempo.
- ¿Cuánto tiempo llevas huyendo? -Tamborileó con los dedos en el volante.
-Desde la Invasión -en cierto modo, era verdad. Siempre había intentado escapar desde que me habían encerrado en el hospital cinco años atrás, pero ahora que había conseguido escaparme, pasaba exactamente lo mismo, tenía que seguir huyendo.
-No te habíamos visto hasta ahora -siguió mientras miraba a ambos lados de la vegetación-. ¿De dónde eres?
Tragué saliva.
-Europa -me acomodé en el asiento, no por incomodidad física, sino porque ahora Hammond se había unido a la vigilancia visual de Leire.
El ceño de Reige se frunció. Vaya, eso no se lo esperaba. Diría toda la verdad posible, omitiendo las partes obvias. Todavía no confiaba en ellos, ni creía que nunca fuera a confiar en ellos, no después de lo que había pasado a más de siete mil millones de personas.
-Vaya, Europa -cambió la marcha y siguió un poco más rápido mientras miraba el cielo con nerviosismo. Tamborileó los dedos en el volante-. Entonces estás muy lejos de casa, creo -añadió en el último momento.
-Sí, mi familia era de Europa, de Bulgaria. Aunque yo nací en Bilbao, durante la segunda luna de miel de mis padres, fue de forma inesperada. Siempre se rieron de que yo no quería irme de España y que por eso nací dos días antes de la vuelta.
Hacía demasiado tiempo que no hablaba de mi familia, ni siquiera con Matthew y 14, por lo que la lengua se me soltó demasiado rápido y no pude evitar soltarlo todo.
Les sorprendió a todos. Se quedaron callados, mas de lo que estaban y me miraban fijamente, menos Reige, que intentaba mantener su atención en la carretera. Me complació, hacia demasiado tiempo que no hablaba con nadie que no fuera 21 o 14 sinceramente. Sentaba muy bien.
Después de todo, parecía que había echado de menos la humanidad que me rodeaba.
Creo que no me divertía de ese modo desde hacía mucho tiempo.
-Eso está muy bien. Familia -habló por primera vez Sean, su voz, ronca, afianzaba aún más su cargo, si es que eso era posible-. Cuando llegues a la base puede que también termine, con el tiempo, siendo una familia para ti. Somos los últimos.
La última frase tensó mis músculos. Yo no había huido de los invasores en busca de una familia, sino de poder ser libre otra vez, de poder ir a donde quiera sin que nadie me dijera si estaba permitido o no. Sin tener que estar temiendo si al día siguiente me iban a inyectar un nuevo suero como cobaya, y que, posiblemente, sus efectos secundarios me matarían.
- ¿Cómo estás tan seguro? -No me giré en el asiento para evitar que viese mi gesto crispado, estaba a punto de perder los nervios. Siempre había sabido que no sobreviviríamos muchos, pero, ¿esto?
-Porque ya nos hemos recorrido toda América del Norte y somos los únicos supervivientes -se limitó a decir.

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