Eran los últimos, pero como él mismo había dicho, los últimos de Norte América. Podíamos ser muchos más, podíamos volver a conquistar la Tierra para que todo volviera a su curso.
- ¿Estás completamente seguro? -Tuve que preguntarlo.
-Hemos registrado hasta la última piedra de este lugar. Washington era el último estado que nos quedaba por reconocer, y en toda su extensión solo nos hemos topado contigo -Hammond también estaba muy seguro de sus palabras.
- ¿Habéis pensando en que a lo mejor estamos todo escondidos? -Me aferré a esa esperanza.
-Hemos buscado por todas partes. Tenemos nuestros métodos para encontrar a los que son como nosotros. Sino, no te habríamos encontrado a ti -vuelve a ser Hammond el que habla.
Reige no puede evitar reírse de su compañero.
-Encontramos a esta chica porque sin querer se descubrió a sí misma, no por tu agudo sentido del olfato, Hammond -agarró con fuerza el volante y giró en una curva que no existía mientras se aguantaba el partirse de risa. Algo que hizo que yo misma terminara sonriendo en contra de lo que hubiese querido antes. No podía evitar que Reige me cayera bien desde el principio. Era como ese tipo de personas que tienen que caer bien a la gente a propósito y que es imposible de llevarse mal con él, es su forma de ser y, a pesar de que estemos en el fin del mundo, era algo que echaba de menos.
-Reige, no es momento para bromas -lo reprimió Leire, aunque ella también se estuviese aguantando las ganas de reír.
De pronto, sentí como un sentimiento cálido en la boca del estómago. Felicidad, el ver como todavía existía ese sentimiento de compañía y camaradería entre ellos ante todo. Crispé los puños y miré por la ventanilla mientras Hammond fruncía el ceño y el único que se reía libremente era Reige, mientras Sean y Leire intentaban aguantar la risa.
Esta era otra de las cosas que echaba de menos de la humanidad aunque no me hubiese dado cuenta hasta ahora. El hecho de poder reír sin tener que vigilar cada esquina, pendiente de ningún peligro.
Sin embargo, me recordaba a mi familia y a lo fácil que era vivir antes de la invasión. Todo el mundo se quejaba de cosas sin importancia y que, de una manera u otra, conseguían librarse. Todo eso había pasado a la historia.
Hammond tiró del cuello de su camiseta justo en el momento en el que yo miraba por la ventana y me quedaba completamente seria durante un milisegundo antes de volver a sonreír.
- ¿Qué pasa? -Se adelantó en el asiento y tocó mi hombro para después señalar el bosque que nos rodeaba por los cuatro costados.
Pestañeé al mirarlo.
-Nada -y me limité a negar con la cabeza.
Me hundí en el asiento del copiloto esperé a que dejara de fijarse en mí. Reige y Leire parecieron darse cuenta de ello, ya que la segunda le dio un pequeño codazo a su líder y me miró significativamente mientras yo los observaba a través del retrovisor.
-Cuando lleguemos al campamento -Hammond volvió a hablar, sin hacer caso del codazo de Leire y sus miradas fulminantes-. No hables con nadie a no ser que nosotros te lo digamos.
- ¿Y eso por qué? -Fruncí el ceño-. No soy ninguna criminal y tampoco soy una invasora.
Esta vez fue Sean quien se adelantó, tiraba de un hilo que le sobresalía del suéter.
- ¿Invasora? -Volvió a fruncir el ceño hasta que pareció comprenderlo y rompió a reír.
- ¿Qué es lo que te hace tanta gracia? -Hammond parecía que estaba bastante enfadado-. Esos insectos han estado aquí ocho años, destruyéndonos poco a poco. Y a ti te hace gracias que ella los llame invasores, eres de lo que no hay Sean.
- Pero es que es cierto, son unos invasores -replicó Reige.
-Se terminó el tema, Reige -Hammond parecía realmente enfadado, por lo que deduje que entre Reige y Sean sabían buscarle muy bien las cosquillas y reírse así de él un rato. Las únicas que en ese momento no reíamos a carcajada limpia éramos Leire y yo, que nos mirábamos fijamente.
Terminé por morderme el labio, sonreír y mirar de nuevo hacia adelante mientras Hammond se abalanzaba sobre Sean y este reía mientras lo esquivaba con facilidad.
De repente, se hizo el silencio dentro del todoterreno.
Reige paró por completo y tiró del freno de mano para asegurarse antes de bajarse y dar la vuelta a la parte trasera del coche y abría el maletero.
Sean y Hammond también estaban callados y se bajaban del coche como si no hubiesen estado peleándose como dos niños apenas unos segundos antes.
Solo Leire se quedó conmigo en el interior.
-Hemos llegado -se limitó a decir.
No hay comentarios:
Publicar un comentario